ANDE y que le zurzan
Ángel Coronado reflexiona sobre la maldad y la crueldad y pone como ejemplo con el auténtico calvario que tienen que sortear los pacientes del centro de salud La Milagrosa,en una ciudad partida en trozos, donde los peatones tienen que superar una ginkana.
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ANDE y que le zurzan
El cruel, la verdadera crueldad, no se asienta en el mal químicamente puro. La crueldad no es un impulso primario. El mal no está al alcance de cualquiera. Puedes ser malo, pero no estar malo. Ser malo no es estar malo. Estar malo es estar enfermo, pero el malo verdadero, es el verdaderamente malo, nunca el verdaderamente enfermo. Al malo de verdad sobran los médicos, los enfermeros y las enfermeras. Al malo de verdad no le cortemos las manos y menos la cabeza. Ni el código de Hammurabi ni la guillotina son eficaces en contra de la maldad.
La cárcel podrá parecer castigo y en su caso lo será, pero al menos teóricamente, la cárcel es un medio que se urde al buen fin de una libertad al fin de la cual se supone (hagamos ese gesto de las manos sacudiendo los dedos cerca de las orejas), se supone superado ese mal. Gracias al calabozo, el mal se ahuyenta del ser que le sirvió de cobijo y le deja como nuevo, como recién nacido.
La crueldad, según opinamos, es un balance refinado entre dos instancias cuya medida y contraste ha de ser diestramente administrado en ese punto concreto al que denominamos “víctima”. De un lado el mal, el daño, el sufrimiento y el dolor, pero del otro algo muy claro (no digo que luminoso pero sí definido, claro, preciso, minuciosa y matemáticamente dosificado y dirigido a esa víctima con certera puntería e intención)
De aquí a decir que el malo no es idiota (o que el idiota no es malo sino simplemente imbécil) no hay nada, ni siquiera un simple paso. Ni el malo podría ser imbécil o idiota ni el idiota malo. Y ahora ya sí. Ahora podremos decir que el idiota podría causar el dolor o el sufrimiento, pero nunca con esa claridad , jamás con esa precisión que con certera puntería de arco, lanza o arma de fuego, se pudiese dirigir al corazón de una víctima. Eso es el patrimonio exclusivo del malo, del delincuente, carne de presidio entre rejas y cerradura de seguridad en la puerta.
Pero basta ya de sobrevolar sobre las nubes. Tomemos tierra. El abandonar a un Centro de Salud sin paso de cebra dirigido expresa y directamente a su puerta para uso del enfermo, nos parece una solemne estupidez, pero disponerlo cincuenta metros más arriba para que los tullidos enfermos tengan que andar cincuenta metros de ida por la acera de enfrente y otros cincuenta de vuelta para llegar a la puerta del Centro de Salud, además de imbécil nos parece idiota
El disponer justo enfrente de la puerta del Centro de Salud la entrada de los camiones al vivero de una Dehesa como la de Soria llamada Alameda y además de Cervantes, nos parece idiota e imbécil, pero elevados al cuadrado en ambos casos.
El situar ese paso de cebra citado anteriormente justo enfrente de la biblioteca pública, como si los tullidos enfermos fuesen a leer, nos hace elevar a la tercera potencia la misma idiotez e imbecilidad. Tan sencillo es evitarlo que no cabe lo cruel.
Pero ahora viene lo mejor, o una cosa de las mejores. Recurro a la Wiky para saber lo que significa “ANDE” y obtengo la siguiente cosecha:
“ANDE”: Asociación Nacional de Directivos de Enfermería. Y me pica la curiosidad, razón por la cual no abandono la Wiky durante un rato, el suficiente para saber que ANENVAC es la Asociación Nacional de Enfermería y Vacunas y que AEES es la Asociación Española de Enfermería y Salud, y ahora les ruego que se agarren. Vienen curvas. ANEP es: Asociación Nacional de Enfermeras de Panamá, fundada en 1925. Jurídicamente en 1928 con el nombre de Asociación de enfermeras Graduadas del Hospital de Santo Tomás, pero en 1945 se reorganizó con otro nombre y en 1956 se volvió a reorganizar con el nombre que hasta hoy sobrevive: Asociación Nacional de Enfermeras de Panamá.
Excuso decirles que el seguir con esta novela de ciencia ficción hecha realidad era imposible sin pasarse por el orejas a reponer fuerzas con una tapa de torreznos y vino, porque luego vino lo mejor para olvidarnos de la crueldad y centrarnos de una vez en la simple y pura idiotez (idiota, etimológicamente hablando, significa no saber hacer otra cosa que mirarse fija y permanentemente en el propio ombligo).
Es absolutamente idiota interponer entre el paso de cebra antes citado y el Centro de Salud denominado La Milagrosa, un espacio de aparcamiento exclusivamente reservado y autoritariamente excluyente mediante un par de señales separadas apenas un palmo más del necesario para aparcar un Smart, exclusivamente reservado a lo indicado además con mayúsculas y amarillas letras que te obligan a leer, ¡agárrense! “ANDE”. Ande, párese aquí.
Y si algo más cabe decir, y a la idiotez hacer, es habilitar un estrecho paso entre el paso de cebra tantas veces citado y la puerta del Centro de Salud denominado “La Milagrosa” antes citado (y tanto que Milagrosa), un estrecho paso por el que apenas cabe, eso sí, justo justo, ¡un camión!
El otro día, el pobre tullido cojo y enfermo aparte de peatón, sin duda con la intención de ir a por salud pero no a por libros, estuvo esperando un buen rato después de atravesar la calle por ese paso de cebra, entre la biblioteca y un camión con una grúa que manejaba cosas pesadas ocupando acera y metiendo el morro por otro estrecho paso situado entre la biblioteca y “ANDE”. Hay allí una estrechísima parcela del Ayuntamiento de la capital y larga como una ristra de chorizo, que se adentra culebreando hacia el interior de la manzana como el agujero de un gusano. Luego “ANDE” y ande usted un poco más, que ya queda poco para llegar a La Milagrosa entre varios coches de la policía municipal que no atreviéndose a ocupar el lugar reservado para “ANDE” y agobiados por el camión como todo el mundo (incluso el enfermo tullido al que antes me refería), estaban aparcados en precario, esto es, sin aparcar y sin que nadie, como es lógico y natural, les pusiese multa ninguna.
Paso largas horas, qué horas, yo diría que temporadas, tratando explicar a mis amigos la diferencia entre crueldad e idiotez. El ser cruel podrá cometer errores pero nunca ser idiota, pero el idiota, el ser idiota de los pies a la cabeza, por el contrario, podrá cometer crueldades sin darse cuenta, eso sí, pero nunca será cruel. Siempre idiota, payaso, estúpido, memo por siempre jamás. Eso es lo que yo creo. Estamos prácticamente peatonalizados, en avanzado estado de humanización, a toda máquina de volquetes, contratas, contratos, subvenciones subvencionando comisiones a todo gas, sosteniblemente a todo trapo y sin rastro alguno de CO2. La ciudad partida en trozos, que no manzanas, una especie de macedonia pero sin fruta ni azúcar. Pese a todo ya digo, el idiota no sabe lo que hace, no puede llegar a cruel. ANDE y que le zurzan, no se lo perdonamos, que a nosotros bien zurcidos nos está dejando.
Fdo: Ángel Coronado