El ejercicio es la única herramienta para luchar contra el envejecimiento
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha lanzado una seria advertencia: el 31 por ciento de los adultos en el mundo no cumplen con las recomendaciones mínimas de actividad física semanal —al menos 150 minutos de ejercicio moderado o 75 minutos de ejercicio vigoroso—.
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Esta cifra no ha dejado de crecer: desde 2010, el nivel de inactividad ha aumentado en cinco puntos porcentuales.
Si la tendencia continúa, en 2030 más del 35 por ciento de la población adulta estará físicamente inactiva.
Más allá del sobrepeso o las enfermedades cardiovasculares, la inactividad tiene consecuencias profundas en la salud mental y cognitiva.
El sedentarismo se ha vinculado con un aumento en los niveles de ansiedad, depresión, deterioro cognitivo y reducción de la neuroplasticidad, clave en el envejecimiento cerebral.
Ante este panorama, el ejercicio se posiciona no solo como una recomendación de salud, sino como la herramienta más eficaz —y quizás la única— para ralentizar el envejecimiento de forma integral.
Distintos estudios científicos respaldan esta afirmación y han demostrado que la práctica regular de ejercicio físico tiene efectos positivos a nivel multisistémico. No solo fortalece el corazón y los músculos, sino que también mejora la elasticidad de la piel, estimula la regeneración celular, protege el sistema nervioso y regula hormonas clave para el bienestar emocional.
Un enfoque especialmente relevante se centra en cómo el ejercicio afecta la estructura y salud del cerebro, y demuestran que incluso entrenamientos de baja intensidad pueden aumentar la neurogénesis en el hipocampo y mejorar la función de la corteza prefrontal, regiones del cerebro asociadas con la memoria, el razonamiento y la toma de decisiones.
Esto convierte al ejercicio en una poderosa herramienta preventiva frente al deterioro cognitivo y enfermedades neurodegenerativas.
También el entrenamiento aeróbico y de resistencia han demostrado mejorar no solo la elasticidad cutánea, sino también la estructura de la dermis y la expresión de genes relacionados con la regeneración celular.
Estos hallazgos revelan que el ejercicio puede considerarse una forma de “cosmética biológica” natural y sostenible.
Con este enfoque, el Programa de Salud Efectiva recomienda entrenamientos funcionales de alta intensidad, como el fitboxing, no solo para fortalecer el cuerpo, sino que también ayudan a mitigar síntomas físicos y reducir el estrés y la depresión. Estar bien físicamente no depende únicamente del estado del cuerpo, sino también del equilibrio mental y emocional. Esto se traduce en una mayor autoestima, un aumento de la energía diaria y una mejora significativa en la calidad de vida.
