TRIBUNA/ Cerro de los Moros
Marcos Molinero Cardenal, pintor de formación autodidacta y periodista -fue director de Soria Semanal- también se ha posicionado en contra de la urbanización del Cerro de los Moros y utiliza para ello la ironía. ¿Han calculado ustedes cuántos chalets caben el Soto Playa?, pregunta.
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TRIBUNA/ Cerro de los Moros
Mis amigos de Soria me hacen llegar alarmantes noticias sobre la posible urbanización de una de las áreas que afectaría gravemente a nuestro más profundo pasado literario porque, como bien sabemos, Soria está hecha más por la literatura que por la historia.
Hoy solo unos cuantos sabrían decir algún nombre egregio desde Alfonso VIII a nuestros días, pero en todo el mundo se sabe quién es don Antonio Machado y que existe junto a un río llamado Duero un bello camino de chopos entre San Polo y San Saturio. Nuestra sensibilidad colectiva descansa en buena medida en esos poemas nacidos de los parajes de nuestro entorno porque nadie ha dado a conocer esta ciudad como sus poetas. Ellos han hecho universal el nombre de Soria en versos que ya forman parte de la mejor literatura de los dos últimos siglos.
Pero mis amigos quizá sean un poco anticuados (la poesía se lleva hoy poco) y en el mejor de los casos acaso se trate de rencorosos nostálgicos que se oponen al progreso y al desarrollo, no cejando en su empeño de mitificar lugares improductivos y que podían convertirse en emporio de riqueza. En Soria siempre han faltado buenos políticos y emprendedores y han abundado líricos ensimismados. Algunos ejemplos: ¿para qué queremos Valonsadero si una jodida peste nos ha dejado sin fiesta de san Juan?. Urbanicémoslo. Piensen ustedes en una Cañada Honda urbanizada como Dios manda con sus villas glamurosas, sus pistas de padel y sus rotondas. Si en Soria hubiéramos tenido próceres como Fabra el castellonense seguramente tendríamos ya Valonsadero convertido en un aeropuerto con dos largas pistas, una para despegar y que partiendo de la casa del guarda llegara hasta Toledillo y otra para aterrizar que bien podía culminar en la venta de Cidones, no exenta de resonancias machadianas.. Lleno estaría el Collado de turistas ingleses y alemanes comprando torreznos envasados con denominación de origen y mantequilla de Soria.
Suma y sigue: ¿han calculado ustedes cuántos chalets caben en el Soto Playa?. Aunque no soy perito en el tema, me he informado: no menos de cincuenta independientes o en su caso más de cien adosados. Aquí también habría sitio todavía para otra rotonda con la efigie del prócer .¿Para qué sirve hoy el soto playa? Ahí está la isla muerta de risa, tan solo para deleite de cuatro pescadores y algunos jubilados ociosos. Y otro tanto se podía decir de la ladera del Mirón o del monte de las ánimas o si me apuran del cerro de los moros. Y todavía nos quedaría, si hiciera falta más suelo urbanizable el alto de la dehesa.
Tampoco está de más que nos dejemos llevar por razones económicas. ¿Por qué una ciudad tan pequeña como Soria tiene que tener dos claustros románicos cuando Madrid, por ejemplo, no tiene ninguno?. Bastaría con el de San Pedro, y así ganar espacio urbanizable junto al río, ahora tan deseado y reivindicado. No creo que sea tan difícil imaginar san Juan de Duero, convertido en un patio de manzana, siempre que se hiciera con el respeto exigible y de acuerdo a las ordenanzas.
Nos llevamos equivocando muchos años y al final siempre caemos en la poesía y otras cosas estériles. Contemplo el lienzo de Sorolla y me pregunto que vería este hombre en el Mirón para pintar ese cuadro. Veo el olmo viejo del Espino y pienso que vaya tontería cantar a un árbol achacoso comido por las hormigas. Leo el Romance del Duero de Gerardo Diego y pienso que vaya descubrimiento el del poeta al decir que el agua que pasa no volverá porque -como ustedes saben- el agua va siempre hacia abajo a favor de la corriente. Quizá estemos un poco frustrados porque ya sabemos que no son buenos tiempos para la lírica.
Y yo me digo ¿para qué querrán algunos vivir en el cerro de los moros si no van a ver otra cosa que el fantasma de don Antonio paseando con su raído gabán camino de San Saturio o las almas penitentes que escapan raudas del monte de las ánimas Duero abajo? Parece que el proyecto en marcha incluye mil viviendas y una densidad de cuatro mil habitantes. Con seis o siete proyectos como éste vaciamos al completo la ciudad. Qué maravilla.
Lo que nos pasa es que no acertamos en nada. Unos días antes de la pandemia, a punto de que me confinaran perimetralmente con mi convivienta en el Madrid de Ayuso –ahí es nada- estaba yo en el Collado ante la estatua de Gerardo Diego, allí el santanderino tieso y aburrido sentado permanentemente a la puerta del Casino mientras yo pensaba que quizá pudiéramos cambiar a este hombre triste por la figura más egregia de algún buen ex alcalde (en caso de que lo hubiera o hubiese) o del mismísimo general Yagüe ahora que se ha quedado sin monumento. Es que no aprendemos. A veces pienso que estamos abducidos por los poetas aunque algunos visionarios sigan mirando con ojos golosillos los deseados solares cercados por versos, leyendas y estrambotes. Dispuestos al abordaje, saben que el camino, desbrozado de tropos y malas yerbas por una infausta alcaldesa, está limpio y expedito. Pero, ojo, que como un nuevo espíritu de Tutankamon, puede despertar todavía la venganza de los dioses y las musas. Aunque yo propongo -no sea que dioses y musas no sean ajenos a enjuagues y sobornos- que toda decisión quede en el gobierno del pueblo, también llamado Ayuntamiento. ¿Para qué una izquierda si no es para alinearse con los viejos trovadores y con las palabras sagradas de la tribu?
Está claro que mis amigos informantes de Soria no están, en fin, contra el progreso o el desarrollo, sino todo lo contrario. Para que Soria cree industria no hace falta que pongamos las chimeneas frente a la fachada de santo Domingo ni que para que se fomente la construcción tengamos que destruir parajes que deben permanecer intocables porque son patrimonio de todos. No estamos contra las industrias que tanta falta nos hacen, ni contra la construcción y el buen urbanismo que pueda crear puestos de trabajo de los que no estamos sobrados, pero no busquemos fáciles coartadas para justificar lo injustificable. Es fácil la demagogia cuando se trata de enfrentar a unos contra otros porque el debate -lo vemos llegar- no es contraponer progreso y poesía. Tanto mis amigos de Soria, como yo mismo, no dejamos de preguntarnos por qué en una ciudad donde sobra suelo urbanizable tenga que construirse allí donde yace la memoria común y colectiva.
Fdo: Marcos Molinero Cardenal