TRIBUNA / Pacificando
Ángel Coronado incide en este artículo de opinión, con buenas dosis de ironía, con la nueva propuesta municipal para "pacificar" el tráfico en la avenida de Navarra y la calle Alfonso VIII y el volumen de los autobuses del transporte urbano.
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TRIBUNA / Pacificando
Yo no sé dónde querrá meter este hombre los autobuses de Soria cuando nos pacifique del todo. Son pacíficos, no muerden, pero tampoco caben. Se alegran hasta cuando entra una mosca en ellos, pero es que no caben en Soria. Yo no sé lo que hará este hombre. Que nos quiere pacificar es un hecho. Ahora nos pacifica la Avenida de Navarra y, según dice, nos quiere pacificar todavía más. Cuando empezó a pacificarnos aparecieron los enormes autobuses y ahora nos planteamos si el incremento de pacificación es directamente proporcional al volumen de aire que desalojan los autobuses, o no.
¿Positivo? Porque de serlo yo no sé dónde. No caben. Cagoen… No caben. Para la ciudad, para la ciudadanía, para la pacificación y para el estado de bienestar sostenible y resiliente no es nada bueno todo esto. Y eso sin contar lo de pagar la cuenta de unos autobuses tan grandes. Pero eso es otra cosa. No la liemos.
Ya lo veo venir. Nos va a dejar una herencia envenenada, y utilizo esa expresión aposta. Se ha hecho viral. La entendemos todos, que al final es de lo que se trata, de que todo el mundo a una, como en Fuenteovejuna, entienda. Solo queda el rabo por desollar: dónde querrá meter este hombre los autobuses. Yo no lo sé, pero… Peatonalizado hasta las trancas me pongo a caminar. En esto el autobús. Se para. Me pide, sin hablar pero me pide (abre la puerta con faros tristes). Quiere que me meta. Y uno, que al final no es de piedra, va y se mete. Va y se sale peatonalizado perdido.
Pero le voy a dar una idea sin cobrarle nada. Solo en términos de idea, algo ideal pero aun así, con raíces que se hunden en la tierra pero de forma somera tal y como lo hacen algunas raíces naturales por los bosques e incluso por las ciudades, levantando el pavimento recién pacificado, por lo que la idea que le ofrezco a este hombre contradictorio y pacificador pretende ser positiva y al tiempo corregir daños en un pavimento peatonalizado y encima en proceso de pacificación positiva.
¿Autobuses enormes, abundantes y vacíos?
Sí. Pero también los podemos imaginar de otra forma, pacificados, varados sobre la tierra como titanes hundidos y herrumbrosos, tal cual sucede cuando alguna descomunal marea baja, sunami del revés, aflora paisajes submarinos. Como enormes barcazas escoradas y abandonadas cuando un antiguo mar se deseca, ejemplo el mar de Aral, a la derecha del Caspio según se mira el mapa de Asia con el polo norte arriba. Una pena, un desastre ecológico. Lo de los autobuses de Soria es otra cosa.
En nuestro paseo de El Espolón tenemos ya cuatro. Y en la espaciosísima y tiempo ha soleadísima plaza de Don Mariano, hoy a la sombra del poderoso, del dinero, yace la más descomunal limusina que se haya podido imaginar. Ya lo sé. Ya lo sé. Que a nuestro autobuses hay que lijarles la pintura de la empresa municipal de trasportes ya lo sé. Que hay que sacarles herrumbre también. Y eso cuesta dinero lo sé. Que no voy a entrar en detalles. Ejemplos a seguir hay. Sígase. La idea es esa.
Solo hace falta un poco de imaginación. Tenerla en cuenta. ¿Qué quiero pacificar la Avenida de Valladolid? Pues allá que voy con algún autobús herrumbroso y pacificado al canto. Hoy en día se hacen nubes y nubes de rotondas, de origen francés pero al día de hoy españoleadas y españoleando tan frescas. Al centro de las mismas suele ubicarse algo que carece de nombre, porque feo se queda corto. No hay problema ninguno en decirlo, feo se queda corto y en algunas roza lo criminal sin llegar a tanto. Un buen autobús herrumbroso no es algo como para gritar de alegría, pero la verdad, gusta más que otras cosas. Y sobre todo es algo de lo que ya tenemos. Hasta nos sobra. Y sobre más todavía, no remueve los gustos de nadie, al menos de ningún soriano. Estamos acostumbrados. Al revés incluso. Es una forma sostenible de consumar la mejor y mayor pacificación que se haya podido imaginar jamás. Porque los autobuses actuales de Soria para el actual proceso de pacificación de la ciudad…., es que no sé cómo este hombre…, ¡si es que son enormes! ¡si es que van siempre vacíos! Nadie sabe dónde, dónde los querrá meter este hombre ¡no sé! ¡no sé!
La verdad, fuese ésta la que fuere, y aprovechando la ocasión, la verdad es la siguiente: así como no gustan esos tanques averiados de la guerra del 14 puestos en El Espolón, así como tampoco esa limusina chatarrosa en la plaza de Don Mariano, un buen autobús (cualquiera de los de Soria vale) convenientemente achatarrado y por lo tanto inevitablemente pacificado en el centro de una rotonda, no lo encuentro nada mal. Incluso me gusta. Se ajusta como guante al dedo a esa sentencia deslumbrante, lo repito, de Duchamp, que ajusta cuentas con el arte. Lo desahucia. Sin dejar de ser un pedazo artista lo desahucia. El arte no tiene solución porque carece de problema. Me siento satisfecho con la idea expuesta. Es razonable, soluciona un problema urbano de urgente actualidad y por el flanco estético todo pacificado. Por otra parte no es responsabilidad mía que se siga la idea o se deje de seguir. Quedo en paz con exponerla, no sin agradecer a este medio lo mismo.
Viajando por la carretera de Burgos, creo que en el bonito pueblo de Cidones, hay una bonita casa con un bonito jardín en el que un bonito y antiguo coche bonitamente herrumbroso invita a una bonita parada. Sentado allí te pueden venir a la cabeza bonitas ideas. Las puedes coger y las puedes depositar en el lugar que te plazca, en su cabeza, oye, en la de este hombre pacificador o en la de cualquiera que quiera y sepa y pueda y las coja y saque de las mismas el mejor partido posible. Viajando por la carretera de Burgos. Creo que fue así. Pacificando es gerundio, Facundo, desde que el mundo es mundo.
Fdo: Ángel Coronado