TRIBUNA / Horror Vacui (Miedo al vacío)
La expresión latina horror vacui (literalmente ‘miedo al vacío’) se emplea en la historia del arte para describir el relleno de todo espacio vacío en una obra de arte con algún tipo de diseño o imagen. Ángel Coronado reflexiona en este artículo de opinión en la despoblación y el interés de llenar espacios con mierda y cemento.
Campeones de guiñote en la peña El Cuadro
El PSOE urge actualizar plan director de concatedral
TRIBUNA/ De las vacas, del Cerro, de la mierda y el cemento. Horror Vacui
Como efecto (no buscado) de múltiples causas no contradictorias entre sí pero convergiendo en dicho efecto, muchas zonas del planeta se nos han quedado despobladas como si alguien, a nuestra espalda, hubiese barrido de gente amplios territorios del planeta. En una palabra, no es nada propio de una región o país, pero muchas regiones del nuestro lo sufren. El interior de la península ibérica, exceptuando las pocas grandes poblaciones, se nos ha ido quedando vacía poco a poco. A nuestra espalda. Y ahora se ha dado la vuelta este fenómeno y lo tenemos enfrente y lo vemos como extraño y al mismo tiempo tan metido dentro que andamos como niños asustados cuando el maestro, ausentado por unos minutos que al instante hicimos nuestros, abre la puerta y vuelve. Todo es ahora suyo. Las cuatro paredes y el techo. Y lo que hacía un segundo era tan nuestro, y tanto así que (como peces en el agua no les hables de agua que no lo entienden), tanto así que al dejar de serlo, reaparece como el agua para los peces cuando les falta, porque cogidos en la red y ya en cubierta, saltan batiendo agallas y abriendo bocas, que batiendo agallas y abriendo bocas nos encontramos de nuevo ante el fenómeno, ante el maestro. Batiendo agallas y abriendo bocas nos encontramos ante un desierto de lo nuestro. “Horror vacui”.
Solo quiero decir eso. No quiero, mientras bato agallas y abro la boca, ponerme a nadar como nadaba (y a su modo cada uno) cuando cada uno a su modo hacía lo mismo en el seno de un agua que no era de cada uno sino de todos sin que nadie lo advirtiese. No quiero decir que no puedo, porque poder es querer siempre que te ocurra eso, que no adviertas que te falta eso de lo que todos tienen como el agua para los peces, que no hay pez que lo sepa hasta que, pescado y en cubierta, vea que bate agallas y abre la boca. “Horror vacui”.
Quiero decir que salto en cubierta batiendo agallas y abriendo la boca. Como si, pescado, estuviese en cubierta de un barco haciendo eso. Y mientras salto así busco algún otro “como si” menos atroz. Al fin y al cabo el maestro (acaba de abrir la puerta) tendrá cara de mala leche, pero motivos tiene. Había uno que, subido encima de una mesa de las que tenemos en clase para poner los libros y estudiar lecciones, cantaba. Yo no hacía nada malo, pero estaba pensando cómo hacerlo cuando el maestro entró.
¿Y es en estas que llegó la hora de la verdad?
No. En estas llegó la hora de otra verdad. Otra. Esto es lo que quiero decir, pero no encuentro a quién decirlo estando así, batiendo agallas y abriendo la boca y viendo a mi alrededor más agallas abiertas y bocas que se abren y se cierran como las de los peces pescados y ya saltando en cubierta. No encuentro a quién decirlo ni me encuentro a mi para lo mismo, pero desde luego no me parece bien coletear pidiendo auxilio. Otra cosa es la de aquél que coleteando anduvo hasta saltar por la borda de nuevo al mar. Bienaventurado. Pero desde luego no me parece bien pedir auxilio a no ser al otro, al otro en el mismo trance. Nunca al maestro. Nunca como antes, al otro, como antes de la calamidad, antes del trance calamitoso, como antes al otro en el agua como todos, nadie, todos en el agua bienaventurada, benditos de Dios, nadando como si nada.
¿Nadando como si nada?
Dormido como si nada de seguido sin puntos y sin comas seguido que siendo pez nadando en el agua de todos es como si nada que no te enteras de nada en el agua siendo pez como todos en el agua de todos que no sabes porque siendo tuya y de todos nadas como si nada y solo falta una calamidad un trance y ser pescados siendo peces y fuera del agua para saber del agua saltando en cubierta como una sardina de plata batiendo agallas que piden aire abriendo la boca…
Hasta que desperté. Desierto absoluto de agua. “Horror vacui”.
Ahora me lo cuento a mí mismo, pero ya despierto. Como si, espectador, me viese a mí mismo en cubierta batiendo agallas y abriendo la boca. Y lo primero que hago es repetir lo soñado pero solo poniendo algunos puntos y algunas comas y si acaso algo más, pero poco.
Repito: como si nada, que siendo pez nadando en el agua, la de todos, es como si nada, que no te enteras de nada en el agua siendo pez como todos en esa agua, el agua de todos, que no sabes ni lo que es, porque siendo tuya, y de todos tanto como tuya, nadas como si nada…
Abriendo la boca. Desierto absoluto de agua. “Horror vacui”. Ya digo, hasta que desperté.
Ya despierto quise comprender lo de llenar el cerro con cemento, Noviercas con la cárcel de las tropecientas mil vacas, toda la mierda para el agua, todo el sol para los negros huertos y todo el aire para las palas girando al viento. Y Soria, peatonalizada y descarbonizándose, llena de disparates en forma de formidables autobuses piafando frenos como caballos percherones descabalgados, de Camaretas a casa. Pero en vano. “Horror vacui”.
Difícil condición del saber, del saber de lo que tienes, que siendo además de todos y solo así, solo adviertes si lo pierdes. Y es por eso, quizá, que habiendo llegado la hora en que algo de todos peligra, peligra también la idea de quién y cómo y cuándo y qué bien hacer. Y te puedes plantar. Y te plantas. Y muerdes. Abriendo la boca para morder. Y vaya si muerdes. Ojo, todo legal, pero muerdes.
Y algo nuevo acaece por entonces, algo que acabará siendo de todos a su precio. Acaecido, sin ruido apenas, se apartará de todos poco a poco sin desaparecer como si desapareciese. Tal es su precio. Agua de peces.
Fdo: Ángel Coronado