OPINIÓN/ Carmelo Romero: lo primero, el trono
Felipe VI ha renunciado a la herencia económica que pudiera corresponderle de su padre Juan Carlos I y le ha retirado la asignación que tiene fijada en los presupuestos de la Casa del Rey (194.232 euros anuales). Así lo ha anunciado este domingo La Zarzuela en un extenso comunicado con el que ha salido al paso de las informaciones que señalan a Felipe VI como beneficiario de dos fundaciones, investigadas por recibir supuestamente 100 millones de dólares de Arabia Saudi. El profesor de Historia, Carmelo Romero, ha repasado en las redes sociales la historia de los Borbones en España.
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OPINIÓN/ Lo primero, el trono
Le ha debido de resultar humanamente doloroso echar definitivamente a los leones a su padre, aunque éste tuviera ya tres cuartos y mitad en ellos. Humanamente, pienso, muy duro, aunque ciertamente la sangre azul debe tener para estas cuestiones otros parámetros de sensibilidad. Aunque solo sea por la fuerza de la costumbre.
La historia de los Borbones en España es, al menos desde que las cosas se les pusieron difíciles a raíz de la ejecución, en 1793, de su pariente francés, el Borbón Luis XVI, y de las convulsiones revolucionarias, una historia de enfrentamientos y automutilaciones familiares para conseguir lo esencial para el conjunto familiar: mantener el trono.
Desde la revolución francesa de 1789 la historia del trono español recorre - en el aspecto que menciono de luchas internas, traiciones y sacrificios de componentes de la familia-, entre otros, estos jalones fundamentales:
Carlos IV (1788-1808) y su mujer (y prima carnal) María Luisa de Parma fueron traicionados por su hijo, Fernando VII, primero con la conjura de El Escorial (1807) y después destronándolos –ante los clamores nobiliarios, clericales y populares contra el favorito Manuel Godoy- con el motín de Aranjuez (marzo, 1808)
Tras la guerra de Independencia (1808-1814), y repuesto en el trono Fernando VII, ni su padre ni su madre regresarían a España (ambos murieron en Roma en 1819). A la muerte de Fernando VII ,su esposa y sobrina carnal María Cristina de Nápoles, hubo de enfrentarse para poner en el trono a su hija Isabel II –Iª Guerra carlista, 1833-40-, a su cuñado y tío carnal Carlos María Isidro de Borbón. (Tampoco la rama de éste se caracterizó por las avenencias entre ellos). Vencedora en la guerra fue depuesta como regente (1840) por el general Espartero, marchando a Francia con su nuevo marido (casada en secreto y en matrimonio morganático, tres meses después de enviudar, con uno de sus guardias de corps Fernando Muñoz a quien, por supuesto, hizo duque). Aunque regresó a España en 1844, tras la caída de Espartero y ya con su hija como reina efectiva -¡con 13 años!-, fue expulsada en 1854 y retirada la pensión vitalicia que le habían concedido –tampoco la necesitaba mucho porque abundó, con su marido, en negocios tan lucrativos como turbios en ferrocarriles, comercio de esclavos, etc-. Vivió en Francia, donde murió (1878) y solo volvió alguna vez reinando su nieto, Alfonso XII que, así como Isabel II, no le tenían demasiada simpatía.
Isabel IIª (casada con su doble primo carnal Francisco de Asís) fue expulsada de España en 1868, resistiéndose al máximo a ceder sus derechos al trono a su hijo Alfonso XII que sería proclamado rey, tras pronunciamiento militar, en 1874. Pese a reinar su hijo, y posteriormente su nieto, siguió viviendo en Francia hasta su muerte (1904).
Alfonso XII (también casado, en su primer matrimonio con una doble prima carnal) no tuvo tiempo de disputar con su heredero, pues murió pronto (28 años,1885) y su heredero, Alfonso XIII, fue hijo póstumo. Éste, expulsado de España y proclamada la República, murió en Roma, ya después de la guerra civil y durante la dictadura de Franco, en 1941. De sus hijos, el mayor y príncipe de Asturias, Alfonso, hemofílico, renunció pronto al derecho de sucesión; el segundo, Jaime, que era sordo, también renunció, por presiones paternas, y conocido es que Juan –al fin el heredero- sintió como traición que el rey fuera su hijo Juan Carlos y no él.
Seguro que mucho mejor que yo conocen la historia de su familia tanto Juan Carlos como Felipe de Borbón y que ello les habrá aliviado, a uno y otro, de ese terminar de echar el hijo al padre “a los leones”.
Pese a las fuertes desavenencias, en esta harto desavenida familia, se habrán dicho que lo que más importa, al fin y al cabo, es el trono. Y lo que, claro está, “familiarmente” conlleva.
Fdo: Carmelo Romero, profesor de Historia.