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TRIBUNA / En Noviercas, como en Fátima

Ángel Coronado incide en este artículo de opinión en un posible reparto de la vaquería de Noviercas. Según sus cuentas, las 23.500 vacas podrían ser repartidas en 200 granjas por España.

TRIBUNA / En Noviercas, como en Fátima

Desde que un amigo mío me dijo que él se ponía siempre del lado del que pierde, me di cuenta de que uno hace cosas sin darse cuenta, porque desde entonces, y solo así, me acuerdo de ese amigo cuando me pongo, como siempre, del lado que pierde (con lo que gano siempre) porque a mi amigo le apreciaba, le aprecio y le apreciaré mientras piense que hay que ponerse, no te lo pienses, del lado del que pierde. Cuando veo a un policía que aporrea con ganas me pongo de parte del aporreado. Puede ser, me digo, que el policía sea tierno. Padre de familia y tierno. El aporreado vete a saber. Hace poco un desconocido me hizo una que no viene a cuento… Bueno, pues me pongo a bocajarro de parte del aporreado.

Otro amigo (amigo de libros como Miguel de Unamuno, Delibes o Aristóteles por ejemplo), me dijo un día que parece fácil pasar de uno a un montón, pero no, parece pero no. Eso es de las cosas más difíciles que hay, me dijo, y entonces me di cuenta de lo que antes decía, que no me voy a enrollar con esto, pero ese matemático que fue de los mejores matemáticos del mundo, se llamaba Bertrand Russell. Decía que todo en ellas, en las matemáticas, es rigurosamente preciso y claro excepto una cosa: sí señoras, sí señores, sí señoros, excepto una sola cosa, ésta: pasar de uno a un montón, pasar del uno al dos, porque sí señores, el dos ya es un montón, el montón más diminuto que hay, pero un montón. Russell lo decía mejor: el misterio de las matemáticas, el único que las pobres tienen, es ese, pasar del singular al plural. Luego Russell murió, pero antes nos dejó el tribunal Russell para juzgar a los criminales de guerra. Toma esa.

Bueno, me pongo de parte del aporreado. Lo primero porque sí. Lo segundo porque no me gusta pasar del aporreado. No me gusta dejarle solo, dejar al uno, al único aporreado que veo, no quiero pasar del uno al todo lo demás (policía, otros policías, niños jugando señores y señoras pasando y paseando, pájaros volando, etc.), que ya se me olvidaron las raíces cuadradas y las reglas del tres al cuarto, pero no quiero dejar de ser matemático, y a Russell no le dejo solo, Que no. Que una cosa es el singular, el uno, y otra cosa es el todo (el mogollón, aunque el mogollón sea uno, porque una cosa es que un mogollón sea uno y que un mogollón de mogollones sea mogollón). He dicho.

Bueno. Ahora como que me pongo del lado de Odieta. Leo en este medio, acabo de leerlo, leo en la edición de hoy un artículo titulado así: “Derrota Judicial de Valle de Odieta en Noviercas”. Me pongo de parte del aporreado a más que lo digo. Dicho y hecho. Intentaré darle consuelo, consejo, urdir junto a él, a su lado, alivio hasta posibles salidas lejos ya de la porra, que me lo están apaleando. No me lo maten, que no pienso en otra cosa. A la porra la porra, señor guardia. Bien está, de momento bien está el primer amago. Mejor que de buenas a primeras el estacazo. Vamos a centrarnos en esto, aquí, ahora, lo primero sin pasar a lo segundo. Vale un porrazo, pero ya basta.

Como buen matemático y buen amigo de mis amigos, que no por caridad ni muchísimo menos, me agacho al suelo en el que yace Odieta. Mira, Odieta, otra cosa, que ahora ya estamos en otra cosa… Mira que lo de las veintitrés mil quinientas vacas… Mira que esto y mira que lo otro… La que liaste… La que has liado con el digestato…

Dolorida, Odieta, no sé si está en condiciones. Por si acaso prosigo, que no me importa repetir lo dicho de ser necesario, que lo será. De cualquier forma lo será. Mientras llega la ambulancia… Mira que veintitrés mil quinientas vacas de golpe, Odieta… Como buen matemático me pongo a echar cuentas y divido entre doscientos y me salen ciento diez y siete vacas y media, y para no partir una vaca por la mitad, cuento esa como un ternero, esto es, me quedo en ciento diez y siete vacas y un ternero (ternera, que me da igual). Mejor así, que me parece mejor así. Ahora vuelvo a multiplicar por doscientos, pero no de vacas. Hablo de una vacada, esto es, una buena granja matemáticamente hablando, una granja multiplicada por doscientos que nos arroja un total de doscientas granjitas una por una, doscientas granjitas de una en una. No le veo, pero Russell, desde un más allá, vigila. El misterio. Un mal paso. Odieta, Odieta, nos la estamos jugando.

Pienso que a Odieta le pasa igual. Hace cosas sin darse cuenta. Llegó la ambulancia y en camilla que nos vamos al hospital. Hemos hecho buenas migas, aprovechando lo cual me dice no sé qué. Todavía doliente, habla mal. Por mi parte aproveché para seguir con lo de las matemáticas y decirle a Odieta que a cincuenta provincias que tenemos, tocamos a cuatro granjas más o menos. Y a compensar provincias grandes con pequeñas se ha dicho, pero como Soria (que aquí y ahora es lo que importa), es provincia mediana, tocamos a cuatro granjitas de ciento diez y siete vacas cada una. Propongo una para Noviercas y a Odieta se le iluminan los ojos. Y puestos a esto, adjudico a Noviercas la ternera o el ternero. En Burgos y en Badajoz que instalen ocho si quieren. A Guipúzcoa, tan pequeña, con una le basta y sobra.

Odieta se me  deshace. Me pide un favor. Quiere dos granjitas para Noviercas y patalea la muy granuja mientras lo dice, milagrosamente repuesta. No puedo decirle que no, pero me hago el duro. Se lo consultaremos a Nueva Elevada. Lo que Nueva Elevada diga, digo. Y en eso quedamos. Como dos pastorcillos en Fátima, en Noviercas esperamos junto al matorral que aparezca, justo en la copa, Nueva Elevada. Odieta se me deshace. Lo veo en su cara. En esto Nueva Elevada desciende y se posa sobre la mata moviendo su cabecita, pero no de lado a lado sino en vertical, arriba y abajo, arriba y abajo. Como que sí. Como un pajarito encima de la mata. Como el buda chiquitín del chino, que sí, que sí.

¡Nueva Elevada nos lo concede! ¡Nos lo está concediendo! Lo vuelvo a ver en su cara.

¿En qué cara?

¡En las dos! ¡Dos granjitas y un ternero para Noviercas! ¡Lo veo en su cara!

Fdo: Ángel Coronado

  

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