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Eduardo Teresa y Adrián Larraga protagonizan "La Barrosa" de Abejar

El Ayuntamiento ha decidido intentar por cuarta vez que la Junta reconozca este ritual como fiesta de interés turístico regional

Abejar, municipio soriano con poco más de trescientos habitantes censados, revive con orgullo hoy un viejo ritual, de incierto origen, conocido como "La Barrosa" y que se ha convertido, con el paso del tiempo, en la fiesta de carnavales más antigua de la provincia de Soria.

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Eduardo Teresa y Adrián Larraga, "dos quintos" que han debutado este año como barroseros, han cumplido esta mañana "ilusionados" con la tradición de este viejo ritual, entre carnavalesco y mitológico, recorriendo casa por casa, en una mañana desapacible, y recogiendo donativos de los vecinos para sufragar la comunal cena de todo el pueblo y escenificar la muerte del toro.
Eduardo y Adrián se han turnado durante toda la mañana y la tarde para transportar la barrosa, un armazón de madera decorado con telas y con una cara de toro pintada en un extremo, coronada por cuernos reales.
José Alejandro Huerta, responsable de la empresa Iniciativas Turísticas de Abejar, ha avanzado que se ha decidido retomar la candidatura, por cuarta vez, para que esta fiesta sea declarada por la Junta como de interés turístico regional, ya que cada año acuden más personas de otros lugares para presenciar este ritual y no tiene parangón, por su originalidad, en el resto de España.

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Los barroseros visten camisa y calzón blanco con faja y corbata rojas, y van tocados con sombrero negro de ala ancha cuya copa rodea un lazo, también rojo, completando su atuendo con botas y polainas negra.
Quien no acarrea "La Barrosa", porta en una mano una cesta para las donaciones de los vecinos y en la otra una fusta o látigo, al que denominan zurriago, que sirve hoy para espantar a la escasa muchachada y antaño simbolizaba la autoridad por un día.

Otras costumbres
En otro tiempo, según cuentan los vecinos de más edad, los barroseros tenían incluso costumbre de embestir por la calle a quienes no eran de su agrado y hasta se atrevían a sacar al cura a cornadas de la iglesia o irrumpir en un pleno del Consistorio local para acometer a los presentes sin que nadie pudiera rechistar.
La simbología de este ritual se debate, según han dejado escritos los etnógrafos, como se recoge en una muestra que se podrá ver hasta el próximo 5 de marzo, entre el rito iniciático y la ancestral relación del hombre y el animal.
El etnógrafo Julio Caro Baroja ubicó "La Barrosa", en su artículo "Mascaradas de invierno en España y en otras partes", junto a las denominadas "vaquillas", de características similares, cuya puesta en escena en tiempo de carnaval localiza en lugares tan dispares como Los Molinos y Miraflores de la Sierra (Madrid).
Será al final de la jornada, tras la puesta de sol, cuando los barroseros encaminen sus pasos al salón del Ayuntamiento donde espera todo el vecindario en un ambiente festivo y carnavalesco para asistir a este ritual de origen incierto.

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La Barrosa dará entonces tres vueltas al recinto antes de caer abatida por varios cazadores que simulan sus disparos con salvas al aire.
Los cuerpos inertes de Barrosa y barroseros serán trasladados sobre tableros por jóvenes de la localidad a un pequeño recinto anexo y sus cuerpos serán regados generosamente con vino, empapando a los concelebrantes que se encuentran debajo.
Pasado un momento, los difuntos reaparecerán resucitados ante la comunidad que celebrará con júbilo el milagro y que dará buena cuenta de la viandas, antes de la llegada de la Cuaresma.
Abejar ha organizado este año una exposición, con imágenes, útiles y recuerdos de este rito a lo largo del tiempo y que sigue persiguiendo, un año más, su declaración como fiesta de interés turístico regional.

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