Domiciano, el último sacristán de Valderrodilla
Cuando en 1960 Domiciano Lázaro Manrique, natural de Valderrodilla, se convirtió en sacristán de la iglesia de San Pedro de Antioquía en su pueblo natal, probablemente no imaginaba que ocuparía ese puesto durante más de medio siglo. Y aún menos que sería uno de sus hijos, José Ignacio, el que oficiaría la misa en la que anunciaba su despedida 64 años después.
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Aunque el propio Domiciano —Domi, para los amigos—, reconoce haber llegado al puesto “por la precariedad de la vida”, la fe y la entrega por su pueblo han ido en aumento con el paso del tiempo.
A comienzos de la década de los 60, cuando la liturgia de la Iglesia era toda en latín, encontrar en los pueblos de Soria a una persona capacitada para asistir al sacerdote en el Oficio no era tarea sencilla.
Pero tras haber cursado estudios en los Agustinos Recoletos de San Sebastián, Domi tenía ciertos conocimientos de esta lengua que lo convertían en el candidato idóneo para el puesto.
Corrían tiempos difíciles, y para un joven de 24 años cualquier ocupación que supusiera algún ingreso extra era bien recibida. Estos fueron los dos motivos principales por los que en 1960 Domi acabó relevando al anterior sacristán, Plácido Manrique —pese a que la preferencia le correspondía al hijo de este, Galo Manrique —, en un puesto que ocuparía durante más de media vida.
De aquellos primeros años como sacristán, recuerda con humor los pesados libros de la liturgia y la larga duración de las misas en latín. Desde entonces han pasado por la iglesia de San Pedro de Antioquía alrededor de seis párrocos diferentes, "cada uno con sus cosas", como asegura Domi, que en sus más de sesenta años de dedicación ha sido testigo de numerosos cambios en la institución.
La vinculación de Domi y su familia con el pueblo y con la iglesia de Valderrodilla ha sido siempre notable. Compartió con su hermano Leonardo el puesto de sacristán, y ambos fueron alcaldes del municipio. En la actualidad, su hijo Jesús es concejal en este mismo Ayuntamiento y su hijo José Ignacio —misionero en Brasil—, oficia las misas en el pueblo durante sus visitas.
Tras la emotiva despedida de Domi el pasado 25 de agosto, no queda claro cuál será el futuro de esta sacristía y de un oficio en extinción.
Pero a sus 88 años, el último sacristán de Valderrodilla ya ha demostrado que el amor por un pueblo y por su iglesia pueden ir más allá de la fe.