Torrentes y más torrentes

Torrentes y más torrentes

Intentaré ser breve. Cuando setenta y pico mil familias han perdido su hogar anegado por un torrente de barro, el resto de torrentes que no son de barro siguen haciendo  presencia en los hogares que quedaron, entre los cuales habrá (calculo sin datos) otros setenta y pico mil que se han quedado, de pronto, vacíos y sordos.

Vacíos porque se han remangado los brazos y se han enfrentado al barro, al barro compuesto de agua de lluvia y tierra de azahar y de naranjos..

Sordos porque en esos hogares no ha quedado nadie que, habiendo podido quedarse, ha optado por salir de su casa para liarse a palos con el agua de lluvia mezclada con la tierra del azahar y de los naranjos.

Sordos y vacíos sin duda, ¿pero por qué así y no de cualquier otra manera, haciendo cualquier otra cosa?

Ni lo sé ni quiero contestar a esa pregunta de otra forma diferente. Otro día será otro día, pero en esos hogares, como en todos los hogares del mundo, cada hora y cada día seguirá teniendo y siempre tendrá sus lluvias y sus tierras y sus barros, sus danas quiero decir, y en ellos, decía, siempre se podrá elegir qué tierra y qué barro me urge. No se trata de caridad. Se trata de saber elegir.

En Alcozar (Soria), otra vez su Dana particular. Al obispo me gustaría ver oyéndose a sí mismo (eso es rezo, eso es oración, eso es caridad) entre un torrente de cascotes, los cascotes en ruina de su iglesia. Sin palio (bien), sin monaguillo (mejor), sin fieles caritativos (eso lo principal) y por lo tanto sin cepillo.

Fdo. Ángel Coronado