ROOT | Opinión

Tatuajes

Lunes, 21 Julio 2025 09:10

Daniel Rodrigálvarez Encabo remite esta carta al director en la que valora lo que califica como moda del tatuaje y que, en el fondo, según subraya, refleja un declive del valor por lo estético, en una cultura que ha perdido el sentido de lo sagrado.

Alcalde, qué ¿ministro?, problemas ¿o no? de convenios Cerro de los Moros y otros

Carta abierta a la presidenta de la Comisión Europea

Tatuajes

Cada vez, sobre todo en época estival por la ligereza en el vestir, se ven más personas luciendo tatuajes en la piel, a veces acompañados por piercings en distintas partes corporales. Es, por decirlo, una moda que poco a poco va teniendo más adeptos, no solo entre la gente joven sino también entre personas ya talluditas.

Desconozco las distintas motivaciones que induce a cada persona a tatuarse, a introducirse distintos pigmentos en la dermis, la capa profunda de la piel, mediante afiladas agujas, lo que creo no debe producir ningún placer sino más bien sufrimiento, para dejar de forma indeleble, para siempre, una imagen, un recuerdo, una expresión artística u otro motivo, para, supongo, mostrarlo a los demás de manera exhibicionista, aunque puedan existir también otras razones fuera del mero querer darlo a conocer. Creo que es una forma consciente de maltratar la piel, el mayor órgano del cuerpo humano, protector del mismo de las agresiones externas, que puede llegar a producir graves lesiones. Pero, como nos lo dice la sabiduría popular: “Sarna con gusto no pica, ... pero mortifica”.

El tatuaje forma parte de la cultura de las distintas civilizaciones. Así, se mostraba como un tipo de arte, una  forma de creación de significados simbólicos, en el Antiguo Egipto. En ciertas religiones el tatuaje estaba dedicado al culto a los muertos. En las antiguas Grecia y Roma era una manera  de marcar e identificar a los criminales y en algunas tribus significaba la forma de diferenciarse los unos de los otros.

El querer diferenciarse, el destacar por lo agradable, lo bello, y no hacerse notar por lo desagradable, es una característica de la condición humana. Con el paso del tiempo la apreciación por lo bello y agradable, destacado desde un punto de vista social, ha cambiado. Recuerdo que hace ya unos años las mujeres, no muchas, que trabajaban en las labores del campo, iban protegidas en su cara y brazos a fin de que el sol no bronceara su piel, pues ello delataría su condición que, por aquel entonces, no era socialmente bien vista. Ahora, por el contrario, el tener una piel bronceada es una manera de lucimiento, una muestra de alto estatus, de poder haber disfrutado de unas vacaciones en la playa.  

En el caso de los tatuajes ha irrumpido esta nueva forma social de diferenciación, de querer destacar, de exhibición ante los demás, pero creo que no es por una cuestión de estética o de estatus social, sino que la mayor motivación que induce a una persona a tatuarse es la de hacerse notar, de la forma que sea, ya que tal vez no les es posible hacerlo por otros valores por los que poder sobresalir. En muchos casos también para querer mostrar, a su manera, su personalidad inconformista con la sociedad aburguesada, una especie de rebeldía sobre lo establecido.

Pero la moda del tatuaje no es más que es una manifestación más del declive del valor por lo estético, por lo bello, que se viene produciendo desde ya hace bastante tiempo. Lo vemos claramente en las nuevas formas de arte, obras de  pintura, escultura y hasta de la literatura, donde cualquier expresión novedosa o poco usual se considera artística. En vez del Renacimiento, que comenzó en la Italia y se desarrolló plenamente en los siglos XV y XVI, y que tan maravillosas obras ha dejado para la posteridad, ahora podríamos hablar de un “Rehundimiento” de las expresiones artísticas, que ha irradiado a las distintas capas de la sociedad.

Pero, en el fondo, creo que esa provocación que se considera arte y la transgresión que se entiende como autenticidad, es el reflejo del deterioro espiritual de la sociedad. Los términos filosóficos del bien, la verdad y la belleza, como valores trascendentales de la persona humana, están desapareciendo, dando entrada a la ligereza, el todo vale y la fealdad. Se ha instaurado así una nueva forma de expresión artística, el ”Feismo”, que no solo tiene su manifestación en el “supuesto” arte, sino en otras muchas áreas  tales como el vestir, los malos modos en las relaciones humanas, el hablar a gritos sin importar el que pueden molestar a los demás, etc. Así, de este modo, la sociedad, poco a poco, se está acostumbrando a lo disonante, a lo grotesco, a lo sin forma.

Esta ceguera estética no es un tema trivial. Es el reflejo de una cultura que ha perdido el sentido de lo sagrado y, por tanto también, el deseo de lo bueno, de lo bello, de lo verdadero. La belleza es reflejo de Dios, del mundo celestial, mientras que la fealdad lo es del inframundo, del mundo de las tinieblas. A lo largo de la historia se han sucedido diferentes vaivenes de las referencias estéticas, ahora estamos en horas bajas, pero esperemos se recupere, de nuevo, la sencillez y la belleza, porque el alma que se abre a la belleza, se eleva.

Fdo. Daniel Rodrigálvarez Encabo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Te puede interesar
Opinión

Alcalde, qué ¿ministro?, problemas ¿o no? de convenios Cerro de los Moros y otros

22-07-2025 07:54
Opinión

Tatuajes

21-07-2025 09:10
Opinión

Carta abierta a la presidenta de la Comisión Europea

19-07-2025 08:03
Opinión

Violeta y paz

17-07-2025 08:21
El MIRÓN de SORIA

(c) 2023 - El Mirón de Soria
Juan Carlos Hervás Hernández
Soria - España

  • Aviso Legal
  • Política de Cookies
  • Política de privacidad