Suena mal
Juana Largo incide en este artículo de opinión en lo mal que va el mundo, con guerras abiertas y con una política donde todo tiene que ir en una única dirección ideológica.
Bruselas, no hay tiempo ya para más ambigüedades
Suena mal
Lo que pasa ahora en el mundo, sus guerras, sus conflictos comerciales, sus problemas de gobiernos, el avance a cara descubierta de la ultraderecha, es decir, los fenómenos políticos, económicos, culturales, militares y de sufrimiento, para algunas personas pueden sonar bien, pero para otras personas nos suenan mal. El mundo es una algarabía o una charca de ranas alterada que nos confunde, unos gritos y un alzamiento del volumen de nuestros medios, un desgañitamiento de las rivalidades, el mundo suena mal…
Desde luego, no sirve para curar depresiones… (y esto es algo denunciable), no es algo así que se pudiera entender como un momento de paz, no es algo que permita fácilmente a un budista que se centre en Buda, todo está descuajeringado y, sencillamente, no calma los nervios, los altera; no hace que nuestros hábitats estén en silencio, el tumulto es monumental y global, no permite que las personas puedan hacer su propia vida y no permite que las personas puedan decidir sobre su vida: todo condicionado que parece querer que todos vayamos en la misma dirección, como si le debiéramos algo a alguien. Alguien supremo que fuera dios. Y nos estuviera persiguiendo por calles y plazas y casas para que todos votemos lo mismo o que todos seamos del mismo partido, obligatoriamente, porque parece que la verdad está en ese único partido, sin matices ni contradicciones, sin sopesamientos ni libertad. No oímos apenas la voz del Papa, pero esto es excusable: no se va a meter el Papa en todo este tiberio de mercaderes.
Todos sabemos que el mundo va mal, pero parece que no lo podemos evitar, da la impresión, con tanta vigilancia de los Estados como hay ahora, que no nos fiamos ni de nuestra propia sombra. Se está descomponiendo el mundo, y no parece que nadie humano pueda hacer nada. Nos callamos y trabajamos, ¡vaya novedad!...Y el mundo pide, hace colectas para la guerra, para ese fenómeno en el que mandan los tíos y que tanto prestigio les da luego en los salones con las admiradoras. Endiabladamente roto, deshecho el mundo, resulta que no avanzamos más que para las trincheras.
Existen unos personajes principales, pero luego sucede que los demás personajes van en el movimiento del trepamiento y el avance tenebroso hacia la unidad del Único, parecido al único de Max Stirner, aquel que nos hablaba de “El único y su propiedad” (1845), pero algo diferente, son baldones del pensamiento anarquistoide y preocupa por especular en una supuesta libertad que, en la realidad no se puede practicar. Todo parece ir en la dirección de una única ideología y muchos la siguen, hartos más de que Dios no se manifieste en nuestras vidas y en nuestros problemas y en nuestros padecimientos, en cuestiones minoritarias para el ser humano como puedan ser las meramente y circunstanciales de los problemas de dinero para irse a vivir en una isla en la cual instalar nuestro garito con nuestro capital. El mundo se preocupa más de que exista la ontología general de los objetos y superficialidades, que de que exista todavía el Mal omnipotente y que pueda ser violento.
Se vive en la violencia de todos contra todos, este mundo no está pensado con cabalidad, al contrario, es un muñeco mareado por todas las manos y todas las bocas.
Y seguimos caminando, seguimos caminando ahora porque siempre lo hemos hecho, en la inercia de los caminos que ahora no conducen a Roma, sino a otros destinos: estar encerrado en tu país y estar al mismo tiempo totalmente armado en tu casa. El progreso ha aumentado más que moral e inteligentemente, solo para las armas, armas por aquí y por allá, por todas partes…
El infierno del que nos hablaban los antiguos no parece estar escondido en la laguna Estigia, sino que está aquí, a la vista de todos, desembarazado y cierto ante nuestras propias narices. Jamás se había visto esto y sin embargo es. Trabajamos a latigazo de los demonios. Y no existe ninguna liberación por parte de lo que parece ser una historia que se acaba. Los demonios seguirán fustigando a los malditos condenados –que aquí hay mucha semántica-. Antaño eras un señor o una señora si estabas con un libro leyéndolo en un banco del parque, y ahora eres un señor o una señora con un fusil en las manos. ¡Es tan vano por lo que se lucha que no creemos ya ni en los ángeles!
Y todo esto tiene unos antecedentes: no hay que recordar más que a Reagan y Tatcher, es un punto clave en el asunto, porque antes de ellos no era así exactamente el asunto. La memoria de una no tan lejana guerra mundial a ellos, a su cabeza, no les decía más que aislamiento, insolidaridad y competencia, vivir como insociables gatos y tener las uñas muy largas y afiladas.
No hay que fijarse más que en España con el partido de la Oposición y algunas figuras que en él destacan…
Y este mundo, además de sonar mal, es irreal: no puede haber realidad en todo este desbarajuste. Ni la famosa Peña soriana de El Desbarajuste, es algo caótico. Este mundo es irreal porque no se lo podemos enseñar a los niños, no tiene ni el menor asomo de realidad ni de comprensión. No está montado sobre premisas de la menor lógica y además, luego, que es en vez de un cuento para oír por las noches en la cama, una pesadilla a plena luz del día y, sin embargo los niños tienen que vivir con una realidad terrible o, para algunos, como ha pasado en Gaza, letal.
Lo bueno de la pandemia era que podíamos, mientras el Corona iba pasando a nuestro lado y llevándose a rastras a una cierta cantidad, que podíamos hacer planes para el futuro, un futuro mejor. Ahora estamos enfrascados en la contienda sin tiempo para pensar ni en el futuro ni en siquiera las próximas vacaciones en la costa; aunque siempre hay alguien en ella, los demás no asistentes a tal evento de las costas, vamos siendo eliminados tal como nos elimina la función de un ordenador si optamos o queremos eliminar un elemento.
La urgencia de los hechos y de los enfrentamientos, prohíbe el pensamiento: no se puede pensar porque los supuestos grandes personajes, nos dan, de la noche a la mañana, su continua versión del desastre y de la guerra, la guerra nos ocupa todo, la mente y todo lo demás, los pensamientos son acordes con esta celeridad y este sueño oscuro que nos proponen esas guerras. El mundo está ocupado en lo bélico, está capturado por las importancias de lo bélico y el pensamiento ahora no existe, tal como se encuentra pegado a las guerras. Ahora, pongamos, ponerse a hacer una biografía de Fray Luis de León, es algo que está fuera de lugar: no tendría lectores. Lo espiritual está enterrado, las guerras y los conflictos chupan todo el pensamiento. Y lo peor, si es que pensamos en ello, puede que dure mucho tiempo, el futuro no está garantizado. Ahora mismo estamos en una lancha en medio de los embates del mal y no podemos atender más que a esta urgencia. Parece que el humán ha muerto y que todo fuera a base de botones y de instrumentos militares y de una contienda que no nos merecemos. Nos hace darnos la idea de que vivimos en un mundo atroz y del cual Dios o un ser supremo de bondad ya no nos atiende en su consulta. Las colas son largas, pero la atención a los pacientes es con cuentagotas o nunca.
Fdo: Juana Largo