Los carnet de identidad
Juana Largo reflexiona en este artículo de opinión sobre el carnet de identidad, un documento que se da en nuestras sociedades, para garantizar el orden y la seguridad.
Vergüenza mundial. España líder en corrupción y en ataque fulminante al Estado de Derecho
Los carnet de identidad
Mientras en USA andan los regidores y los supuestos delincuentes de los regidores, locos con la cuestión de la identidad, de tal modo que, si tú no tienes identidad, te la buscan los otros, porque solo por el aspecto del rostro, se juzga ahora en ese país, en “una historia llena de ruido y de furia que nada significa”, que diría Shakespeare, aunque en realidad sí significa algo: represión a los de las castas inferiores, tal como han votado de forma debida para el fachismo los votantes. Bueno, pues mientras sucede tal cosa, en países de Europa, aun andamos dándole vuelta al problema de la identidad en el carnet de identidad.
Este problema, me lo explicó muy bien y muy conciso, allá por el año 89, cuando íbamos por los pueblos, Luis Llanos, Mónico Vicente y servidora, pues fue Mónico el que me lo dijo: “El carnet de identidad lo inventó la Gestapo”… Y fin, no hay mejor definición y explicación, aunque si queremos llegar a mayores explicaciones, podemos deducir unas cuantas cositas.
Y es que todos sabemos que, cuando andas por la calle o estás metido en tal o cual tiberio público, los guardias te pueden pedir el carnet.
¿Por qué lo hacen? ¿Por qué precisamente te piden eso?... Pues porque vivimos en un régimen de Estado donde todos nuestros datos para conducirnos llevan el registro del Estado cual o pascual. Y mucha gente no me dará la razón en esto. Pues lo ven como necesario para poder circular con seguridad por ahí, por la calle o por donde sea, puesto que, para la ley y los encargados de mantenerla, es necesario controlar al personal, no iba a ir el personal, desde luego, por ahí o por allá sin identificar, un Estado que se precie debe controlar a los ciudadanos.
Esto es lo que pasa en la pragmática de nuestras sociedades, y muchos otros lectores me pueden decir que no, que no están de acuerdo en llevar el carnet en el bolsillo o la sobaquera, que aunque lleven el carnet, sin embargo existe un aire de libertad que nos dice que no habría ni por qué llevar el carnet, que eso es un delito legal del Estado y que, en realidad no hay por qué controlar a nadie, que todos somos libres y que el uso del carnet nos lo desmiente.
Uno de los principios de estos Estados de nuestra parte y de muchos otros de otras partes, nos vienen a decir que debe mantenerse el Orden, que el Orden es lo primero, pero también se podría opinar por qué tipo de Orden hay que llevar el carnet, cuando el Estado es ciego en sus inicios de formación histórica y aquí, pongamos, no estamos en Alpanseque –con perdón de los de Alpanseque y su libertad-.
En realidad, no habría por qué identificarse, puesto que bastantes jugadas sucias nos hace el Poder de un Estado, sobre todo cuando es moderno. Pero en Alpanseque, o en Ocenilla o en donde sea de nuestros pueblos, no tenemos por qué llevar carnet, puesto que todos nos conocemos y no hace falta más. Pues en realidad no tendría por qué existir ni Poder ni Estado, y en este pensamiento coincide mucho la gente anarquista o la socialista auténtica.
Y por lo tanto es un control este que se nos presenta como factible para un auténtico poder democrático. Y queríamos llegar a que no debería existir Estado ni nada parecido, con nuestras horcas y nuestros palos podemos hacer lo de Fuenteovejuna, todos a una, que todos hemos matado al comendador. Y lo que está muy mal (de forma ética) es que nos hagan tener carnet a todos y que todos podamos ser sospechosos. De esta sospecha de los ciudadanos por parte del Estado, vienen muchos crímenes de Estado que no salen en la tele. Y ciertamente de la sospecha se nutre el Estado para organizar el territorio, lo malo es cuando de la sospecha que te aplica se te pueda caer el sol a tus pies. Los filósofos, sin contar con los juristas ni funcionarios, deberían tener el suficiente conocimiento de que están funcionando mal los Estados, para cambiarlos y para ver si existe algún día en que Lombroso, el analizador de rostros de los delincuentes de hace como un siglo, nada más vea su espejo de afeitar para ver un monstruo. Vivimos en la monstruosidad. Que cada una o cada uno saque sus conclusiones. No debería existir Estado.
Fdo: Juana Largo