El maestro ODÓN ALONSO descansa en el cementerio municipal de Soria por
su expreso deseo, después de años de vinculación y trabajo por la
ciudad, en donde convirtió el Otoño Musical Soriano, con poco
presupuesto y poniendo como aval su bien ganado prestigio, en una
referencia musical en España. Es cierto, como ha asegurado el alcalde de la ciudad, que Soria es deudora del afecto, la amabilidad, el trabajo, la genialidad y el cariño que el maestro le obsequió durante estos años. Todo lo que se haga por corresponder esta dedicación es de justicia, desde la imposición de la medalla de oro de la ciudad, a título póstumo, hasta vincular su nombre al festival del que fue su auténtica alma mater. Pero también conviene apuntar algunos detalles que no han pasado desapercibidos para muchos sorianos que se acercaron hasta el Palacio de la Audiencia. Nos gustaría que la corporación soriana -sus responsables, se entiende- reflexionase sobre la imagen ofrecida en estas horas difíciles en las que se ha echado en falta mayor presencia y coordinación de la comunicación institucional y el protocolo. La pérdida de un hijo adoptivo de la ciudad debía haberse difundido con mayor claridad y unidad corporativa. Ni que decir tiene que el mejor lugar para despedir al maestro era el auditorio que llevaba su nombre, en lugar de un hall. Decía Mariano José de Larra que es más fácil negar las cosas que enterarse de ellas. Confíamos en que el Ayuntamiento haya tomado nota, para que los ciudadanos nos podamos sentir mejor representados la próxima vez.