TRIBUNA / El tema de las mujeres (ante el 8-M)
Juana Largo Lagunas incide en este artículo de opinión, en la antesala de la celebración del Día Internacional de la Mujer, en la discriminación, que se ha convertido en costumbre, que sufre la mujer en la sociedad española.
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TRIBUNA / El tema de las mujeres (ante el 8-M)
Las mujeres, de siempre, hemos tenido, hablando en Román paladino, “las de perder”. Parece mentira que estemos ya en este siglo XXI y siga la misma tónica. En este caso porque, tras acontecimientos que afectan a mujeres, y muchas veces hay protestas de ellas, apareciendo en los medios de comunicación, puede ser que lo que se llama “aguas que vuelven a su cauce” no es sino una vuelta al machismo imperante en casi toda la historia de la humanidad occidental, en la cual predominan los hombres, los cuales, tras cada evento femenino publicado y que se basa en la libertad necesaria de las mujeres, vuelven a tomar el poder reinstalándole luego para mucho tiempo…
Muchas personas han sido educadas en las lecturas y en las facturas clásicas y han tenido que ver el trato discriminatorio a las mujeres, como si fueran algo secundario ante el poder del hombre y como si ellas, o nosotras, en una vieja y larga carrera de competición de atletismo, fueran las que nunca ganan o las que siempre perdemos.
Aunque las leyes hablen de igualdad entre géneros, sin embargo, en la realidad no se da. Parece ser que, se aplica, por los especialistas y por la gente común, el sentido del patrón masculino sobrepuesto al femenino. La historia es una larga carrera de hombres o de nombres de hombres que nos ha dado lo que tenemos ahora. En todo caso, los hombres son los que han dejado huella siempre, mientras las mujeres que han querido ser como ellos o han querido ser como ellas mismas, no han conseguido gran cosa, y los hombres, decimos, son los que han decidido todo o los que han cortado el bacalao.
En el siglo XXI no debería ocurrir así, si es que se da una evolución humana, pero sucede que, actualmente el predomino de los hombres es casi inquebrantable. Y esta lucha de géneros no nos la queremos tomar como si fuera una práctica de riña continua y de desavenencia. Ojalá sirviera para algo en el sentido de que hombres y mujeres fuéramos iguales en lo real y efectivo, no solamente en la teoría y en las novelas y espectáculos…
Ya lo sabemos, hay muchas personas que podrían ahora sentirse molestas con que les venimos con el viejo tema de siempre, cuando esas personas que dicen eso, no conciben más que un mundo estable y no alterado cuando los que rigen el patio son los hombres: entonces no pasa nada, pero cuando una mujer o unas mujeres dicen que les perjudica algo de este sistema y se rebelan, entonces todo el mundo se pone en pie de guerra y los hombres piensan en qué estarán haciendo mal y no dándose cuenta de que el mundo no es de su exclusividad, sino de los dos géneros y de todos aquellos que quieran “apuntarse” en la lista de un género u otro.
Lo que demuestran las crisis que abanderan las mujeres no es algo que no tenga sentido. A este respecto, ¿por qué se le dará más importancia a un evento o un hecho de los hombres y a las mujeres que hacen algo grande y con sentido y con belleza, se les concede poca importancia o se las hace invisibles enseguida?...
El hecho masculino parece un hecho consumado y que no se pudiera poner en cuestión. A eso lo llaman “paz social” muchos varones que no quieren no solo revoluciones de las mujeres o, simplemente, algún acontecimiento en el que ellas o nosotras, pongamos en cuestión un fundamento de esta sociedad tradicionalista, en un determinado momento.
La verdad es que la estabilidad del mundo, cuando es una mujer la que protesta, se viene abajo y los hombres están deseando que los desbordamientos de este río que es el camino de la vida, vuelvan a quedarse en el cauce “normal” de costumbres en las cuales, el ser hombre, es el ser principal. Hay que hacer aquí un pequeño paréntesis sobre esas costumbres que muchas personas toman como la Guía del Mundo, dado que es lo que se toma como modelo o como agarradero en tiempos de crisis, y en tiempos de crisis estamos ahora, una gran crisis que comenzó no solo con el ataque a las Torres Gemelas, sino también con la bancarrota de las subprime y todo lo que ello conllevó, pero que viene conllevando todavía, en nuestro mundo: una crisis que parece que no se acaba nunca acaso porque nos cuesta dejar en la cuneta al capitalismo.
Bueno, pues, en esa costumbre del capitalismo, como si fuera algo natural, es donde vivimos hombres y mujeres, y ante la posibilidad no de una Revolución, que nadie parece dispuesto a centrarse en ella, sino de una revuelta en la cual los ánimos se encrespen y acabemos haciendo fogatas con las banderas capitalistas, ante esa posibilidad nos agarramos a los mantos sagrados de las vírgenes o a la voz de cualquier profeta, exactamente igual que en los primeros tiempos de la humanidad, y ese alguien en el que nos tratamos de sujetar, tiene que ser un hombre, que es el que dirige el cotarro.
En ese arrastre de voluntades por el gran líder, las mujeres toman o nos hacen tomar el sentido del perder, perder siempre si no aceptamos las normas machistas y aunque las aceptemos, el caso es que, en una carrera darwinista, parece ser que, como ha ocurrido hasta ahora, las mujeres vamos detrás de los hombres y siempre perdemos, parece que nuestro destino toca ser como aquel en el cual somos el “soma” de los hombres y somos el medio que los hombres tomen de nosotras, apoyándose para salir fuera del agua y no ahogarse, cuando ellas han sido, como se decía antes, el “sostén” de la vida. Y esto es una falsedad tan enorme como la más alta montaña del planeta. Nos ha hecho la costumbre, desiguales, y eso se puede cambiar por la sencilla razón de que las leyes se basan en aplicaciones de los tiempos de Catapún Chin Chin no dándonos cuenta de que, aunque sean costumbres, pueden ser equivocadas.
Fdo: Juana Largo Lagunas