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Consuelo Rubio, de Muro, celebra su centenario

En torno a un centenar de personas, entre familiares, amigos y residentes, se han dado cita en la residencia Virgen de los Milagros de Ágreda para acompañar a Consuelo Rubio Calvo en la celebración de su centenario que ha comenzado con una eucaristía, seguida de un pequeño homenaje y de un aperitivo ofrecido para todos los presentes.

La diputada provincial y alcaldesa de Ólvega, Elia Jiménez, le ha entregado la placa conmemorativa y el pergamino que refleja su acta de nacimiento, hace hoy cien años.

Por su parte el alcalde pedáneo de Muro, Cecilio Jiménez, le ha hecho entrega de un ramo de flores y le ha transmitido la felicitación de toda la corporación.

Consuelo Rubio Calvo nació en Borja (Zaragoza) el día 27 de septiembre de 1924.

Hija de Pío y María, se trasladaron a vivir a esta localidad aragonesa por motivos personales, hasta que, a los dos años, se desplazan a Barcelona y es a los seis años cuando vuelven a Muro con residencia definitiva.

Desde los seis hasta los catorce fue a la escuela, donde le gustaba mucho aprender y de la que todavía guarda muy buenos recuerdos.

Consuelo es la segunda de seis hermanos, cinco chicas, Josefina, Consuelo, Esperanza, Elvira y Pilar, y un chico, José María, el más joven.

Del total de los hermanos, hay dos fallecidos, la mayor, Josefina y José María, el menor.

A los 14 años, Consuelo dejó la escuela y acompañaba a su padre y a su tío materno en las labores del campo, trabajando como la que más, y no sólo eso, sino que, cuando volvía a casa, ayudaba con las tareas del hogar.

Más adelante, con 18 años, se trasladó a Tarazona a servir en casa de una familia como ayudante de cocina y de limpieza.

La ya centenaria siempre ha hablado con mucho cariño de esa época, donde recuerda el gran trato recibido por la familia a la que servía.

Entre otras labores, se dedicó también a dar clases de corte y confección en Castilruiz junto a su hermana Josefina, que era modista y a la que instruyó en estas artes.

Por otro lado, trabajó en la panadería del pueblo, dedicación que le encantaba, expresando a sus seres queridos que sueña muchas veces seguir en el horno de aquella panadería.

Consuelo contrajo matrimonio el 23 de noviembre de 1950 con su esposo Manuel, que se trasladó a trabajar al pueblo, y es allí donde se conocieron.

Tuvieron tres hijos, Manuel, Jesús y Chelo.

Tenían un pequeño rebaño de ovejas con el que sacaron a la familia adelante.

Mientras Manuel estaba en el campo con el ganado, Consuelo cuidaba a sus hijos y la casa, incluso hacía toda la ropa de la familia, eran otros tiempos y no se podían permitir comprar como ahora.  A la hora del mediodía, Consuelo llevaba la comida a su marido al campo, allí donde estuviera con el ganado.

Con el paso de los años y con sus hijos ya mayores, nuestra centenaria trabajó de telefonista en Muro hasta que se jubiló. Después de este trabajo y contando con más tiempo para ello, retomó los estudios en la escuela y se sacó el graduado escolar. También iba a gimnasia, demostrando ser siempre una mujer muy activa y con ganas de aprender.

Su esposo, Manuel, tenía problemas de movilidad hasta que, finalmente, acabó utilizando silla de ruedas.

Fue en este momento cuando ingresó en la residencia de Ágreda “Virgen de los Milagros”.

Consuelo iba casi todos los días a verlo, acompañada de alguno de sus hijos e hijas, hasta el momento en que Manuel fallece el 8 de julio de 2016, y es cuando ella quiere irse a la misma residencia donde había estado su marido, donde reside desde hace ocho años y en donde siempre se ha encontrado a gusto y muy contenta. Tanto es así que siempre dice que en la residencia es a la que más quieren por lo bien tratada que se siente.

Tenía su grupo de amigas, a las que considera como su familia, compartiendo siempre su sonrisa con ellas.

Consuelo es una persona muy familiar, toda la vida se ha preocupado y se ha entregado por las personas que la rodeaban.

Amable, cariñosa, buena esposa y buena madre, estar a su lado es garantía de positividad y alegría.

Sin duda, este carácter positivo y vitalista que transmite a todos sus seres queridos, su lucha constante por mantener a su familia y su sonrisa eterna, sean el secreto de su larga y fantástica vida.

 

 

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