Huella Trashumante mira al turismo para revitalización
Huella Trashumante, la red de territorios de la trashumancia constituida este domingo en Oncala (Soria), llamará a las puertas de las convocatorias de fondos europeos para el turismo, con el objetivo de revitalizar los pueblos por los que discurren las cañadas y veredas y que quedaron en buena parte abandonados con la regresión sufrida por la trashumancia.
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Oncala, pueblo merinero de Soria por antonomasia, ha sido este domingo el escenario de la firma de voluntad de adhesión, por parte de la Mancomunidad de Tierras Altas, la fundación Oxígeno, la asociación Trashumancia y Naturaleza y Cesefor, para formar la asociación Huella Trashumante, con el objetivo de constituir en los próximos días la red de territorios por la trashumancia, un fenómeno que hoy siguen realizando quinientas familias en España.
Raquel Soria, agente de desarrollo local de la Mancomunidad, ha señalado a EFE que la asociación busca tejer redes, generar sinergias y compartir conocimientos, en torno a una convocatoria de turismo de experiencia con la que quieren, si reciben fondos, articular iniciativas para dar vida a los pueblos trashumantes.
Soria ha subrayado que van a intentar con este proyecto que la trashumancia no acabe muriendo, un objetivo que a priori, según ha reconocido, puede parecer romántico, por las dificultades que entraña, pero que están obligados a intentar.
“Se habla de cambiar el actual sistema productivo, volver a actividades que sean respetuosas con el medio ambiente, y la trashumancia no sólo lo es, sino que aporta muchos beneficios para la sostenibilidad del planeta”, ha recalcado.
Por su parte, Roberto Lozano, de la fundación Oxígeno, ha señalado que, a través del consumo diario, los ciudadanos tienen muchas posibilidades de cambiar tendencias y hábitos y fomentar la trashumancia, hoy un fenómeno en regresión.
“Tenemos que darnos cuenta que nuestra forma de consumir hace que una quesería pequeña en Oncala se mantenga, o que un ganadero pueda seguir en el medio rural… Por eso entendemos que la trashumancia tiene futuro. No depende de los vaivenes del mercado, del petróleo o del gas, sino de unos piensos naturales”, ha explicado
Lozano ha mostrado su convencimiento que el consumo de cercanía, ganará terreno en los próximos años y con ello, se apoyará a productos, como los ganaderos de la trashumancia.
“En provincias castellanas como Soria, si tenemos la capacidad de ayudar, con nuestra compra, a una familia que vive en el medio rural, porque produce hortalizas o ganadería, es muy poco el esfuerzo y comporta muchos beneficios”, ha resaltado.
Por su parte, Jesús Garzón, presidente y fundador de Trashumancia y Naturaleza, que subrayado que el ganadero trashumante es un oficio muy bonito y el requisito fundamental es que le guste.
“Estas siempre en el campo, con el ganado, eres tu propio empresario, puedes tomar las decisiones que quieras… Muchas gente ahora con la crisis que viene tendrá que venir al ganado e intentar aprender, porque lo terrible es que se ha perdido el conocimiento”, ha apuntado.
Tierras Altas es una comarca del norte de la provincia de Soria con una intensa y ancestral tradición ganadera, que ha dejado su impronta en el paisaje, la arquitectura y la cultura.
Desde la Edad media se practicó la trashumancia utilizando como vía principal la Cañada Oriental Soriana Occidental, para trasladar los rebaños de merinas hasta el valle de Alcudia y Córdoba.
Cuando por octubre los pastores trashumantes marchaban al sur, toda la actividad del pueblo recaía sobre las mujeres, que soportaban todas las cargas familiares y se ocupaban además de las labores del campo, en el largo invierno soriano.
Sin lavadoras, ni microondas ni calefacción de gasoil, la mujer debía romper el hielo del río para lavar la ropa, recoger leña para calentar su hogar y quitar la nieve de las calles
Que muchos de los nacidos en los pueblos trashumantes sean del signo Aries (el carnero) no tiene que ver con caprichos zodiacales, sino con el ciclo trashumante: los hombres volvían de los extremos en junio y regresaban en septiembre, por lo que generalmente los niños nacían en marzo, abril y mayo.
En época del Conde de Campomanes, cuando se disolvió el Honrado Concejo -en el siglo XVIII-, la provincia de Soria superaba las 673.000 cabezas de ganado ovino, de las que 273.000 eran trashumantes, y sumaba un mínimo de 1.200 kilómetros de cañadas y cordeles (vías de 90 y 45 varas de anchura, respectivamente).
Según el catastro del Marqués de la Ensenada, en 1752, había en Oncala 11.245 cabezas de raza merina.
En los siglos XVI, XVII y XVIII Soria era una potencia internacional en producción de lana (finas, entrefinas y bastas) y su lavado, pero a mediados del siglo XIX comenzó la decadencia de esta industria, al aparecer el algodón y desaparecer el Concejo de la Mesta y con ella los privilegios ganaderos.
A lo largo del siglo XX el proceso de abandono de la trashumancia trastocó completamente un marco laboral que ocupaba a la mayoría de los varones y vació Tierras Altas.
La trashumancia fue hasta mediados del siglo XX el sustento de la comarca de Tierras Altas, que alberga hoy a 1.600 habitantes empadronados en dieciséis municipios -con menos de dos habitantes por kilómetro cuadrado-, y que ha quedado hoy reducido a la presencia testimonial de dos ganaderos.
Durante la época de esplendor de la Mesta, la comarca de Tierras Altas acogió a 150.000 ovejas trashumantes, reducidas a menos de 3.000 en la actualidad.