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Marco y Javier estrenan la Barrosa en sábado

Abejar ha revivido este sábado con orgullo el ritual carnavalesco más característico de la provincia de Soria y lo ha hecho por primera vez el sábado después del martes de carnaval, debido a la despoblación.

Marco Serini y Javier Moreno, dos jóvenes madrileños de 18 años con familia materna originaria de Abejar, han ejercido este sábado de "quintos" en La Barrosa, con "muchas ganas, ilusión y también nervios", según han comentado antes de iniciar el recorrido por las casas de Abejar.

Los dos jóvenes han recorrido casa por casa, en una mañana soleada, para recoger los donativos de los vecinos que sufragará la comunal cena de todo el pueblo y escenificar la muerte del toro.

La mayor seña de identidad de esta localidad pinariega se ha celebrado por primera vez en su historia en sábado y no en la jornada del martes de carnaval, como se ha hecho siempre, tras la consulta popular vinculante realizada en febrero, en la que el 77 por ciento de los vecinos e hijos del pueblo se decantaron por cambiar de fecha, para facilitar la presencia de hijos del pueblo en esta fiesta y permitir que se pudieran contar con más jóvenes "quintos" para ejercer de barroseros.

La despoblación, que afecta a todos los ámbitos de la vida y a la provincia de Soria de forma severa -hay más sorianos residiendo fuera de la provincia que dentro-, se refleja en las estadísticas que apuntan que en la década de los 60 del pasado siglo Abejar tenía un millar de vecinos y 110 niños en su escuela y ahora apenas residen dos centenares y seis niños acuden a su escuela.

Marco y Javier se han turnado durante toda la mañana y la tarde para transportar la barrosa, un armazón de madera decorado con telas y con una cara de toro pintada en un extremo, coronada por cuernos reales.

Los dos jóvenes se han mostrado partidarios del cambio de fechas, para permitir la presencia de más hijos del pueblo en esta fiesta tradicional que les une a todos.

"Es una fiesta un poco especial, diferente a todas las demás", ha resaltado Marco.

Los barroseros visten camisa y calzón blanco con faja y corbata rojas, y van tocados con sombrero negro de ala ancha cuya copa rodea un lazo, también rojo, completando su atuendo con botas y polainas negra.

Quien no acarrea "La Barrosa", porta en una mano una cesta para las donaciones de los vecinos y en la otra una fusta o látigo, al que denominan zurriago, que sirve hoy para espantar a la escasa muchachada y antaño simbolizaba la autoridad por un día.

En otro tiempo, según cuentan los vecinos de más edad, los barroseros tenían incluso costumbre de embestir por la calle a quienes no eran de su agrado y hasta se atrevían a sacar al cura a cornadas de la iglesia o irrumpir en un pleno del Consistorio local para acometer a los presentes sin que nadie pudiera rechistar.

La simbología de este ritual se debate, según han dejado escritos los etnógrafos, entre el rito iniciático y la ancestral relación del hombre y el animal.

El etnógrafo Julio Caro Baroja ubicó "La Barrosa", en su artículo "Mascaradas de invierno en España y en otras partes", junto a las denominadas "vaquillas", de características similares, cuya puesta en escena en tiempo de carnaval localiza en lugares tan dispares como Los Molinos y Miraflores de la Sierra (Madrid

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