Uno de cada cuatro jóvenes reconocen sentirse solos
El 25,5 por ciento de los jóvenes españoles de entre 16 y 29 años aseguran sentirse solos en el momento actual, una cifra que llega al 69 por ciento si se suma a las personas de este mismo rango de edad que se han sentido solas en algún momento de su vida.
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Así lo pone de manifiesto el primer Informe sobre soledad no deseada de la juventud realizado hasta la fecha en España e impulsado por SoledadEs, el Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada de Fundación ONCE, en colaboración con Ayuda en Acción.
El trabajo se ha presentado este jueves en Madrid en un acto celebrado en el Hub de Por Talento Digital de Fundación ONCE y que ha contado con la presencia de la ministra de Juventud e Infancia, Sira Rego, así como del vicepresidente del Consejo de la Juventud de España, Juan Antonio Báez.
Tal y como explicaron sus impulsores, los principales objetivos del informe son poner sobre la mesa cuál es realmente la incidencia de la soledad en la juventud española y cuál la percepción que de ella se tiene, indagar en posibles causas o correlaciones e identificar soluciones y recomendaciones para abordar el problema, que ya vislumbraron anteriores estudios de este observatorio.
Con estas metas por delante, SoledadES, en colaboración con Ayuda en Acción, ha elaborado este trabajo, para el que han realizado entrevistas telefónicas a un total de 1.800 personas de entre 16 y 29 años residentes en España.
Titulado ‘Estudio sobre juventud y soledad no deseada en España’, el informe arroja entre sus conclusiones la de que la realidad y la percepción de la soledad no deseada entre la juventud coinciden. Así, el 77,1% de los entrevistados afirman conocer a otras personas de su edad que puedan sentirse solas sin desearlo.
Señala también que tres de cada cuatro jóvenes que dicen sufrir soledad no deseada (75,8%) aseguran sentirla desde hace más de un año, y casi la mitad (45,7%) desde hace más de tres.
A este respecto, los autores aclaran que la pandemia es la causa de esta situación solo para el 20,4%, lo que supone que hay un 79,6% de encuestados que no atribuyen su soledad al coronavirus.
En cuanto a la intensidad y peores momentos del sentimiento de soledad, el 71,4 por ciento de los jóvenes que se sienten solos manifiestan sufrir este problema “con frecuencia” y el 30,5 por ciento lo acusan sobre todo por las noches.
Se señala también en la investigación que la soledad juvenil afecta más a mujeres (31,1%) que a hombres (20,2%), a jóvenes de entre 22 y 27 años, a personas en desempleo, en riesgo o situación de pobreza, que han sufrido acoso escolar o laboral, con mala salud física o mental, con discapacidad, origen extranjero o que son LGTBI, entre otras condiciones.
A este respecto, el texto arroja el dato de que la prevalencia de soledad no deseada en jóvenes de hogares con dificultades económicas es casi el doble que entre jóvenes de hogares que llegan con facilidad a fin de mes (36% frente a 19,4%).
Subraya también que “existe una fuerte relación entre el acoso escolar o laboral y la soledad no deseada en la juventud”: el porcentaje de personas que han sufrido acoso escolar o laboral alguna vez en su vida es casi el doble en el grupo de jóvenes que padecen soledad no deseada que en el formado por los que no la padecen (58,1% frente al 32,1%). La encuesta muestra también que cuatro de cada diez personas jóvenes en España han vivido una experiencia de este tipo, “lo que subraya la necesidad de abordar este fenómeno con carácter de urgencia”.
El éxito o el fracaso estudiantil está relacionado también con la soledad, según este estudio, que arroja un resultado de 10 puntos superior en cuanto a prevalencia de soledad en la juventud que ha repetido curso alguna vez frente a la que no ha repetido. De hecho, el rendimiento académico bajo es un factor que tiene mucha o bastante influencia en la soledad según el 57,1% de las personas que sufren soledad.
El estudio pone asimismo de manifiesto la relación existente entre los problemas de salud mental y la soledad no deseada de la juventud. Así, Las personas jóvenes con problemas de salud mental percibida o diagnosticada tienen una probabilidad 2,5 veces mayor de sufrir soledad no deseada, quienes sufren ansiedad o depresión un 89,2% más, aquellas que reconocen tener una baja autoestima un 83,2% más y las que han tenido pensamientos suicidas un 81,1% más.
En la misma línea y a pesar de que la sociedad española es cada vez más inclusiva, las personas de origen extranjero o LGTBI sufren mayores tasas de soledad y “lo más importante, el origen y la orientación sexual tienen un efecto significativo sobre la soledad”.
Soledad y factores sociales
Por lo tanto, explican los autores, la importancia de la soledad no deseada está entrelazada con la de otros ámbitos de la política, como la salud, especialmente la mental, la inclusión social o la lucha contra la discriminación.
Y añaden que la relación de la soledad con estas variables es en ocasiones unidireccional, es decir, la orientación sexual o el origen generan una mayor probabilidad de sufrir soledad, pero no a la inversa, la soledad no puede cambiar el origen ni a priori influir sobre la orientación sexual. En cambio, la relación de la soledad con otras variables es bidireccional: los problemas de salud mental generan una mayor soledad, y a la inversa, la soledad es perjudicial para la salud mental.
El hecho de que la cantidad de variables que son significativas sea amplia implica que la diversidad de perfiles y causas que generan la soledad también lo es. Es decir, si bien la pobreza es una variable que tiene un efecto significativo en la soledad, no supone que la juventud con más recursos económicos no tenga ningún riesgo de soledad, pues presentaría el mismo o incluso más si comparten alguna característica de riesgo, como un problema de salud mental.
Falsas hipótesis
Desde esta perspectiva, el estudio permite desmontar ciertas hipótesis relacionadas con aspectos tales como la ruralidad o las redes sociales y confirmar otras que tienen que ver con las relaciones de amistad o la salud mental.
Así, indica que las redes sociales digitales no son importantes para la soledad. A pesar de que un tercio de la juventud las utiliza más de tres horas al día, su intensidad y frecuencia de uso no tienen un efecto en la soledad no deseada. En cambio, la presencialidad de las relaciones con amistades sí la tiene.
Es decir, una persona que haga un uso extensivo de las redes sociales y tenga una rica vida social a nivel presencial a priori no se sentirá sola.
Del mismo modo, el trabajo apunta que a pesar de la imagen de mayor aislamiento que se asocia a los pueblos y a las grandes urbes, la juventud que reside en municipios de tamaño medio (entre 50.000 y 500.000 habitantes) tiene un mayor nivel de soledad, en comparación con jóvenes rurales o que viven en grandes urbes. Afirma, además, que los jóvenes residentes en este tipo de poblaciones presentan una probabilidad un 37% mayor de sufrir soledad.
Lo mismo ocurre con la vivienda, uno de los grandes problemas de la juventud actual, que sin embargo no tiene un efecto sobre la soledad. La prevalencia de la soledad en jóvenes que residen en piso compartido o en su propia vivienda es de hecho mayor que entre jóvenes que viven con sus padres (28% frente a 23,7%).
Además, el informe sostiene que contar con personas que puedan ayudar en caso de problemas no es relevante para la soledad, dado que la gran mayoría de jóvenes que sufren aislamiento involuntario disponen de hecho de personas que puedan ayudar en caso de problemas.
Sí lo es, en cambio, tener relaciones de amistad, ya que juegan un papel fundamental en la soledad no deseada. Esta importancia se da en la cantidad de relaciones, su calidad y su presencialidad.
En cambio, las relaciones en el ámbito familiar, y especialmente en el entorno de trabajo o estudio, son menos relevantes para explicar la soledad. La cantidad de relaciones con la familia no es un factor significativo de soledad, pero sí su calidad.
Recomendaciones
Con todos estos datos encima de la mesa, los autores hacen una serie de recomendaciones para abordar el problema de la soledad no deseada en la juventud, que pasan por prevenir, detectar e intervenir.
Abogan así por construir escuelas inclusivas que contemplen la educación emocional; proteger la salud mental en la adolescencia y la juventud; fomentar la participación juvenil y las relaciones sociales mediante el ocio saludable; desarrollar servicios de atención juvenil orientados a reducir la soledad; integrar y reforzar el ecosistema insticional, reforzar también las políticas educativas, de empleo y de inclusión social, e impulsar acciones para reducir la soledad a través de las universidades.