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Soria homenajea a los héroes numantinos

La Vulcanalia regresa este jueves a partir de las 22.00 horas al centro de Soria de la mano de Tierra Quemada con una recreación histórica que tendrá en el pebetero de la llama de Numancia su epicentro hasta las 22.30 con la lectura de un manifiesto que volverá a recordar una fecha histórica para las raíces sorianas y unos valores numantinos que perduran siglos después.

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La concejala de Turismo, Ana María Calvo, ha presentado este evento, que se repetirá todos los 23 de agosto, acompañada por el presidente de Tierra Quemada, Alberto Santamaría, y uno de sus integrantes, Rubén García.

La concejala ha explicado que “la idea es mantener esta fecha señalada en el calendario, seguir fomentando esa unión de Soria y Numancia y trabajar en futuros proyectos”.

Calvo ha añadido que “este año la actividad la lleva a cabo Tierra Quemada con el apoyo logístico del Consistorio pendientes de poder dotarle en próximas ediciones de más relieve pero dejando que quede marcada en el calendario dada la importancia de ese 23 de agosto en la historia”.

Alberto Santamaría ha indicado que “se trata de seguir caminando juntos, fortalecer esa apuesta mutua y realizar un homenaje a los héroes de Numancia aprovechando ese pebetero recuperado que ya se ha convertido en un símbolo”.

Rubén García ha explicado que la actividad comenzará a las 22.00 horas con un grupo de romanos partiendo de la plaza Mayor y otro de numantinos de La Dehesa para encontrarse en la plaza de San Esteban y acabar en la fachada de Diputación donde se leerá un manifiesto.

En esta ocasión, será Alfonso Andrés el encargado de poner voz al texto y, como ha indicado Santamaría, la idea es “que cada año sean personas relevantes ya por su importancia o por su compromiso con este proyecto de Numancia. En este caso, Alfonso Andrés, por ejemplo, siempre nos ha ayudado y ha sido la voz en off de nuestras representaciones”.

Esta fecha se recuerda como la que marca el inicio de las guerras entre romanos y celtíberos en el 153 A.C y en ella se registró la primera gran victoria soriana lo que supuso poner el foco en los irreductibles numantinos y que la jornada se decretara día nefasto para la República de Roma. A

demás del encendido del pebetero, los miembros de Tierraquemada han realizado su habitual homenaje a los héroes fallecidos con la colocación sobre las letras de Numancia de una guirnalda de laurel.

El pebetero numantino

El pebetero del murete numantino es la última actuación enmarcada en la reordenación del atrio de la Diputación provincial llevada a cabo durante el año 1972 y que se formalizó en el Pleno de la corporación provincial celebrado 29-abril-1972 al adjudicarse de manera definitiva las obras de acondicionamiento del atrio del Palacio Provincial al contratista don Vicente Valero Ruiz. La certificación nº 1 de tales obras tuvo lugar en el pleno del 28-julio-1972.

Lo más destacable fue la incorporación de ocho estatuas de bronce adjudicadas en el pleno del 23 de enero de 1970 al escultor Federico Coullaut Valera por 1.950.000 pesetas que representan a personajes históricos de relieve para la provincia soriana.

Miguel Moreno y Moreno informaba en la Revista de Soria nº 18 de la segunda mitad de 1972 que “amén de instalar las ocho figuras, se ha construido también lo que deberá llamarse un pequeño complejo de arquitectura alegórica dedicado a Numancia, que además del murallón de granito, y en su plano inclinado la leyenda “Numancia”, va a llevar, según tengo informes… un pebetero y su antorcha… como representación alegórica del “Antes muertos que vencidos” de la inmortal lección de Numancia.., una gesta de honor y de heroísmo”. Por tanto el pebetero debió colocarse muy probablemente a finales de 1972. Lo forjaron, en hierro, Antonio Atienza Garrido y Juan Manuel Jiménez Ciria, que también le dieron una tonalidad ferruginosa de antigüedad a las letras “Numancia”.

Curiosamente el otro pebetero más importante de la provincia, el situado frente al Arco Romano de Medinaceli se construyó para ser encendido por el olímpico soriano José Luis Calvo Álvarez durante el paso de la Antorcha Olímpica de 1968, que había salido de Olimpia precisamente el 23 de agosto, y que iluminó el pebetero medinense el 3 de septiembre de ese año.

Derrota romana en la Vulcania del 153 a.C

La primera Guerra Celtíbera (181-179 a.C.) se zanja con la derrota de belos y tittos ante Tiberio Sempronio Graco en el entorno del Moncayo y el tratado de paz que tuvieron que firmar los celtíberos derrotados, tratado que será transgredido en parte al ampliar su fortificación Segeda  (El Poyo de Mata, Zaragoza) y que servirá de excusa a Roma para enviar al cónsul Fulvio Nobilior con 30.000 hombres, para lo cual tuvo que adelantar el inicio del año desde el 15 de marzo al 1 de enero (modificación en el calendario romano que se mantuvo para siempre) para poder estar en tierras celtibéricas en el verano del 153 a.C.

Los belos segedenses buscaron cobijo en Numancia, que les acogió respetando así los pactos de hospitalidad y, bajo el mando conjunto del segedense Caros, se coaligaron y sorprendieron a las tropas romanas  cerca de Numancia causando seis mil bajas según narra Apiano.

Aquel día era 23 de agosto, festividad de Vulcania en Roma que honraba así a Vulcano, dios del fuego, y el impacto de la derrota  fue sentida hondamente en Roma hasta el punto de declarar la Vulcanalia como día nefasto. Se guardó luto en Roma durante una semana y se prohibió que se combatiese en tal fecha en años venideros por ser un día desgraciado para la República Romana, pese a que los celtíberos perdieron ese día otros seis mil guerreros, incluido el caudillo Caro. Además, tres días después, y esta vez bajo las murallas de Numancia, tuvo lugar otra batalla que fue también aciaga para Nobilior ya que los diez elefantes con los que pensaba destruir las murallas se volvieron contra sus propias tropas causando una masacre y los 500 caballos númidas auxiliares enviados desde África no consiguieron tampoco imponerse. El resultado de esta segunda confrontación bélica fue de cuatro mil romanos muertos y dos mil celtíberos caídos, según Apiano.

En la declaración de la Vulcania como día nefasto para la guerra tuvo que ver, muy seguramente, la afrenta que suponían las dos humillantes derrotas durante unas festividades dedicadas a Vulcano, el dios que en su fragua en la isla Vulcania, próxima a Sicilia, había forjado las armas emblemáticas de buena parte de los dioses del panteón romano (Júpiter, Neptuno, Apolo…) y que, además, había sido el herrero armero del mismísimo Eneas, el padre de Rómulo y Remo, los fundadores de Roma.

El armamento que recibió Eneas de Vulcano lo conformaba un casco con penacho, espada, coraza de bronce, grebas de oro y plata, lanza y broquel, este último grabado con hechos futuros sobre el esplendor de Roma, según relataría posteriormente Virgilio en “La Eneida”.

 

 

 

 

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