TRIBUNA / Ver, oír, oler...
Ángel Coronado reflexiona en este artículo de opinión entre las contradiciones de la España llena y la vacía, dos caras de la misma moneda que se necesitan y que muchas veces se obvían. Y otros asuntos de actualidad en Soria capital, que siguen sin respuesta.
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TRIBUNA / Ver, oír, oler...
Lo habremos dicho ya pero no importa repetirlo. Es posible que nada verdaderamente nuevo se haya podido decir en los últimos treinta o cuarenta mil años. Invitamos con ello al recuerdo, aunque convenga recordar también que una cosa es el olvido y otra, quizá próximamente emparentada, fuese algo así como un olvido sistemático aunque superficial, un mirar apenas consciente y siempre hacia otro lado. Aquello de lo que suele decirse ser “obvio” precisamente para obviarlo. Aquello de lo que, carnívoros, comemos con avidez pero en abstinencia piadosa decimos pescado. Intentaremos explicarlo con algún ejemplo concreto.
No hay nada como un idioma desconocido para poder apreciar un algo en él que nos pasa, con el nuestro, casi completamente inadvertido hasta el punto de recurrir a cualquier artificio, a cualquier herramienta para sacarlo al mundo en el que poder tocarlo, verlo, oírlo… Tal es la musicalidad de fondo que lleva consigo todo idioma, incluso el nuestro, que perdido para quienes lo hablamos a fuerza de hablarlo, intentamos recuperar. Y lo hacemos, sospecho, con una especie de herramienta, un tipo de artificio, al que llamamos “rima”. Puestos, poetas, ante lo poético, recurrimos a la rima como si huyendo de lo prosaico, de lo simple y llanamente narrativo, como si huyendo del cuento quisiéramos desnudar al idioma en la pureza cristalina de la poesía y para ello recurriésemos a la rima, esa cosa que suena, que solo suena, que no hace sino sonar, que machacona y repetitiva nos obligase a mirar de forma consciente a esa especie de diana, la diana de una flecha, la flecha de lo poético.
Es por eso que tampoco importe repetir lo que habríamos dicho antes, aunque no tanto para recordarlo como para que, haciendo de Pepito Grillo lo que Pepito Grillo, cabezón, repetía diciendo: ¡Mira, Pinocho! Y es que a veces somos como Pinochos. Nos imaginamos a Collodi con Mairena y con Pessoa y con Machado y con el maestro Caeiro. Todos Pinochos escuchando atentos a Pepito Grillo
Y al grano. Nos vamos de Pueblos, a la España Vacía. Sin la Llena qué sería de la Vacía. Nos vamos a la Vacía gracias a la Llena. Mal que nos pese, gracias a eso. Gracias a la Llena en tanto que posibilita ella solita, a la Vacía, Tan tristemente querida.
Y al grano. Nos vamos de la Llena y a la Vacía. Sin la Vacía qué sería de la Llena. Sólo podemos dejarla gracias a la Vacía. Qué sería de la Llena, tan tristemente querida.
Pero cuando llegamos a la Vacía huyendo de la Llena, o a la Llena huyendo de la Vacía, empezamos a mentirnos unos a otros, y reñimos y nos amenazamos, y no sabemos que decirnos sino miramos unos a otros como mirando hacia otra parte queriendo decir verdades pero diciendo mentiras, o diciendo mentiras que son inevitablemente verdades. En suma, no nos entendemos sin dejar por ello de necesitarnos. Una perfecta y acabada contradicción
Por otra parte, dice un señor muy listo, ni perro come perro ni ciudad come ciudad ni pueblo come pueblo ni casa come casa ni vigilia come vigilia ni sueño come sueño. Y otro igual de listo le dice que el pez grande se come al chico. Y otro, que no hay dos sin tres, va y dice que chico, chico de verdad no hay peces como tampoco los hay grandes, verdaderamente grandes, y va otro, el cuarto, y dice que todo el mundo quiere comer pero que algunos no pueden, y otro (ya vamos por el quinto) que dice que no, que querer es poder, y se da de puñetazos con el que dice que no, que poder es querer.
Y a todo esto Tomás Primero el Incrédulo, el que obligase al Cristo a descubrir su costado y decirle (a Tomás): ¡mira! Y le hizo Sacar algo al mundo (esa llaga) que poder Ver y Oír y Oler y Gustar y Tocar.
Bueno, y qué.
Pues que me parece que un señor del que dicen ser nuestro alcalde no Ve, no Oye, no Huele, no Gusta y no Toca. Creo que solo sabe espiar, sordear, husmear, glotonear y tragar.
Bueno, ya. ¿Y del Cerro qué?
Y el señor muy listo primero dice: Me parece que solo sabe cerrear.
Bueno, y qué de los Autobuses
Y el señor muy listo segundo va y suelta: Creo que solo sabe cerrear y autobusear
Dale que te doy, y qué de la fuente de los colorines del Espolón
Y el señor muy listo tercero no puede contenerse y dice que le parece que nuestro alcalde solo sabe cerrear, autobusear y colorinear
Y del embudo, también al final del Espolón, qué.
Y el señor muy listo cuarto no sabe ni que decir porque dice que solo sabe que no sabe nada como queriéndoselas dar de Sócrates nada menos y además dárselas de todo lo demás.
Proseguimos: ¿Y qué de la quinta cosa que ya no me acuerdo cuál es?
Y el señor muy listo, el quinto, como que se lo piensa y dice: Me lo callo porque parece como que me da mucha vergüenza. Luego (listo es poco, no sé …), luego, en voz muy baja dicen que dijo algo así como que nuestro alcalde mandurroneaba “güevos” en infinitivo. En infinitivo pase, pero en imperativo no, dijo de forma indistinta. Luego ya, fuerte y en alto: eso nunca, ¡¡nunca!!. Y decía lo de nunca moviendo la cabeza de un lado para el otro y del otro lado para el uno.
Este hombre se nos marea, decíamos nosotros.
Fdo: Ángel Coronado