Esta misma semana se cerraba temporalmente la línea ferroviaria Soria-Torralba para culminar unas obras enfocadas a reducir un 30 por ciento el tiempo de desplazamiento a Madrid y hacer competitivo este medio de transporte con la carretera. Bien está que se ejecuten obras en esta materia, porque son muchos años de abandono del ferrocarril y de reivindicaciones todavía no satisfechas. Ya en la década de los 90, los agentes sociales y económicos de Soria se echaron a la calle para reivindicar la modernización de un servicio que estaba en franco retroceso en la provincia. Hoy, unos años después, el ferrocarril sigue necesitando de una apuesta decidida de las administraciones -y en especial la del Estado, pues suya es la competencia-, para que el tren sea ese factor de progreso en el que la provincia sigue confiando desde hace más de un siglo. Sólo recordar que el Plan de mejora de la línea Soria-Torralba, según se comprometía el PAES, tenía que haber invertido 50 millones de euros en el periodo 2005-2008 y todavía estamos esperando la segunda fase que complete esta inversión. Y por supuesto, que la lanzadera a Calatayud -con la comprometida prolongación hasta Valladolid- sigue en fase de declaración de impacto ambiental, un trámite comprometido para 2006. El ferrocarril de Torralba a Soria fue concedido a una empresa en noviembre de 1887. Una crónica aseguraba entonces que Soria había conseguido por fin, después de 26 años de esperanzas y desengaños alternados, ver realizado su más ardiente anhelo. Más de un siglo después, el tren sigue sin coger impulso en Soria.