Nos acercamos al 22 de mayo, fecha para una nueva convocatoria electoral, y las diferentes administraciones deben presentar cuentas ante los electores.
Para hacerlo, conviene que sigan una serie de consejos que, no por simples, son menos importantes, de cara a ganar credibilidad ante los ciudadanos. Conviene para empezar alejarse de los discursos de autocomplacencia e introducir en sus análisis las suficientes dosis de autocrítica. Hay que alejarse, es cierto, de los mensajes alarmistas, porque aunque estemos en precario en asuntos vitales para el desarrollo provincial, también hay que dejar abierta la puerta a la esperanza. Asumidos estos dos principios básicos en el discurso político, conviene no caer en la tentación de enmarañar los números y olvidarse de los propios compromisos. Mirar para atrás o censurar las faltas del vecino para justificar las propias ausencias no es el ejemplo que cualquier familia daría a sus hijos. Y es lo que los ciudadanos no quieren ver de sus responsables políticos. A los electores de la provincia más despoblada del Estado español ya no le sirven que les pasen por la cara los dineros que han recogido los presupuestos de las diferentes administraciones, porque saben bien -a fuerza de olvidos se termina aprendiendo- que el papel lo aguanta todo y lo importante no es nunca presupuestar sino ejecutar lo comprometido. Cuando se desbrozan las inversiones y se les pone de frente en el espejo de las propias promesas, queda claro que hay mucho más por hacer que lo que se ha hecho; que sobran las palabras y necesitamos más cumplimientos.