CUANDO ABRE SUS PUERTAS LA AUTOPROCLAMADA como mayor fiesta del agua de la Tierra -la Expo de Zaragoza-, Soria vive su particular polémica con otro río de fondo y una propuesta de programación cultural: En clave de Agua, un festival que pretende ser una alternativa de ocio cultural.
La propuesta tiene un fondo de bondad, en el deseo de convertir a Soria en un referente nacional en una actividad concreta, pero que ha tenido una tramitación poco recomendable, más si se tienen en cuenta los precedentes en la corporación capitalina. Lo que podría ser una apuesta valiente, con otros condicionantes -llámese consenso-, se convierte en temeridad cuando la oposición municipal ha coincidido en las censuras a la gestación de esta propuesta cultural. Sin el mínimo acuerdo político de lo que Soria puede y debe exportar como marca nacional en materia musical y cultural, la propuesta parece que vincula todo su futuro al del propio impulsor, una vinculación que siembra de incertidumbre su futuro, porque sin continuidad -los concejales pasan como las aguas del Duero por el Soto Playa-, la propuesta cultural está condenada a su estancamiento o evaporación. Una cosa es que el equipo de Gobierno quiere dejar su sello en la gestión municipal y otra que convierta a la oposición -en la que iba a ser la legislatura del diálogo y la participación, según su máximo responsable- en mera comparsa o cómplice de sus ideas y deseos. La Cultura, con mayúsculas, debe ser participativa. Y nada mejor para ello que dar ejemplo en la elaboración del programa cultural.