Los plazos de las infraestructuras que la provincia necesita siguen generando polémicas y opiniones encontradas.
Y lo que es peor, valoraciones interesadas en función de la posición en que se encuentre cada uno en torno al poder político. Los partidos políticos deberían saber ya que los compromisos políticos que anuncian en campaña o rubrican por escrito -pónganles el nombre que quieran- están para cumplirse y no sólo para movilizar al electorado y ganar un puñado más de votos. La presión que sufre cualquier Gobierno sobre los plazos de sus compromisos está en función de las expectativas alimentadas entre los ciudadanos. Y en esto es tan malo quedarse corto -no concretar plazos, aplazarlos sine die- que pillarse los dedos en los plazos comprometidos, por prometer más de lo razonable. Es el efecto del movimiento del péndulo aplicado a las infraestructuras y a la presión social. Los gobiernos, y sus partidos, deberían perder menos tiempo en buscar culpables y aplicarse más en la tarea de culminar sus compromisos en tiempo y forma. En el caso de las infraestructuras, todos coinciden que con doce años es tiempo más que suficiente para iniciar todos los trámites administrativos e inaugurar las obras, siempre y cuando exista voluntad decidida por ejecutarlas. Lo demás, son polémicas absurdas, cortinas de humo que sólo llevan al descrédito de quien las fomenta. La clase política deberían saber ya que viven de la credibilidad y que cuando está se pierde hay que asumir responsabilidades, en lugar de buscar excusas más o menos peregrinas.