Los que ven, día a día, como el medio rural se despuebla no salen estos días de su asombro e indignación con el nuevo enfrentamiento político surgido entre la Diputación provincial y la Delegación del Gobierno en Castilla y León, a causa del reparto de los tres millones de euros comprometidos por el MARM para el desarrollo rural en Teruel, Zamora y Soria. No debe extrañarse la clase política, como ha repetido esta semana el propio presidente de la corporación provincial, que una buena parte de la ciudadanía esté ciertamente hasta las narices con estas discordias que mantienen responsables que se olvidan que están para solucionar problemas, más que para generar otros nuevos y enfrentar a territorios y municipios. Sea por arañar un puñado de votos en las elecciones municipales y autonómicas del próximo 22 de mayo, o por enredar el futuro de los que no son del propio partido -Teruel, donde no hay diferencias, firmó el convenio en octubre de 2010-, lo único cierto es que unos y otros deberían regresar al diálogo y buscar puentes para que este reparto de fondos para el desarrollo rural no se limite a los tres millones de euros, sino que tenga mayor recorrido y se consolide una línea de apoyo en el tiempo, donde todas las administraciones sumen en la financiación y vayan de la mano en la articulación de los objetivos. Tienen a su favor, unos y otros, que las actuaciones propuestas en cada caso encajan perfectamente en el imprescindible impulso que necesita el medio rural. Confiamos en que nuestra clase política sepa mirar más allá del 22 de mayo.