A POCOS DÍAS PARA LA INAUGURACIÓN oficial de Las Edades del Hombre en la concatedral de San Pedro, las prisas parecen marcar la agenda municipal, en busca de llegar a tiempo a una cita que, por conocida, debería haberse planificado con mayor tiempo y detenimiento.
Si las Edades del Hombre dejaron un poso -que hoy perdura- en El Burgo de Osma hace una década, al saber aprovechar la cita para mejorar su imagen, Soria está muy lejos de conseguir ese objetivo. Ni siquiera la exposición servirá para cambiar la cara al olvidado barrio de San Pedro. Premonitorias fueron ya las declaraciones del propio alcalde hace unas fechas en las que venía a decir que las obras no se acabarán con la inauguración de Las Edades, una forma más o menos sutil de reconocer que no se había llegado a tiempo al compromiso adoptado hace unos meses. Durante este tiempo, se han derrochado energías en polémicas estériles, en lugar de asumir una posición de liderazgo para impulsar una serie de proyectos vinculados a la cita cultural-religioso-turística. No hablamos ya del necesario lavado de cara de la ciudad -travesías, señalización, iluminación, limpieza-, sino de proyectos que ya advertimos en otoño, en estas mismas páginas, que corrían el riesgo de quedarse en el camino si no se acometían con mayor celeridad, como el arreglo del ábside de La Mayor o la propia remodelación de las ruinas de San Nicolás. La vida continúa, es cierto, después de Las Edades, pero también que esta ciudad, o mejor dicho sus gobernantes, no han sabido estar a la altura de la cita.