DE UN TIEMPO A ESTA PARTE, PROLIFERAN las denuncias contra proyectos que plantean un desarrollo económico en la provincia y en la Comunidad.
Si la crítica siempre es positiva, se torna en ruido cuando no va acompañada de modelos alternativos asentados en la tierra que permitan el desarrollo de los pueblos y fijar población en el medio rural. Por encima de grandes titulares de leyes sobre el desarrollo sostenible, el medio rural -que supone el 90 por ciento del territorio de España- necesita decisiones políticas para repartir mejor el crecimiento económico y no condenar a los pueblos a dejarse morir. Cuando ello sucede, no es de extrañar que los pueblos quieran tomar las propias riendas de su destino, como ha hecho en esta legislatura Borobia, con su apoyo a una explotación minera en su término municipal que, si se confirman las inversiones, supondrá la creación de un buen número de puestos de trabajo y, posiblemente, revertir la situación de despoblación que viene sufriendo en las últimas décadas. Oponerse es legítimo pero conviene acompañar las críticas con un modelo económico alternativo real, que consiga el mismo objetivo: generar riqueza y fijar población. El destino de la civilización humana está estrechamente ligado a los cambios en el medio ambiente. Saber encontrar un equilibrio es vital para su propia supervivencia. Es un reto que hay que afrontar con inteligencia, pero nunca con posturas conservacionistas, que lo único que consiguen es condenar a la emigración a los pocos habitantes que van quedando en los pueblos.