Treinta y dos años de la victoria de Fermín Cacho en Barcelona 92
Treinta y dos años se cumplen hoy de la victoria en los 1.500 metros de Fermín Cacho en las olimpiadas de Barcelona, el primer oro del atletismo español en unos juegos olímpicos.
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Cacho, entonces con 23 años, dejo para la historia una de las imágenes icónicas de los Juegos Olímpicos de Barcelona y del movimiento olímpico, con los brazos en alto en la recta final del estadio de Montjuic.
El atleta de Ágreda llegó a Barcelona con un estado de forma óptimo, que le daba confianza para competir en la distancia, pero sin el cartel de favorito que recaía en Noureddine Morceli, que un año antes se había proclamado campeón del mundo indoor, en Sevilla, y al aire libre, en Tokio
Pero Cacho afrontó la final con una confianza a prueba de apuestas y tras dormir la siesta durante dos horas antes de la final, le aseguró a su entrenador Enrique Pascual Oliva que iba a ser el primero que iba a tener un campeón olímpico de 1.500
Como en cada final, Cacho estrenó zapatillas y se colgó el dorsal 404, un capicúa que le agradó. La final salió como preveía. Lenta y táctica.
El respeto entre los finalistas y la táctica provocaron que las dos primeras vueltas de la final fueran especialmente lentas.
Chesire, el keniata, lideró los 400 metros en 1:02.25, mientras los 800 se cubrieron aún más despacio pasando en 2:06.83.
Cacho, en la última vuelta, reventó la final.
Con buenas sensaciones, de la penúltima curva salió el soriano tercero pero encajonado por la cuerda. Lideraba la carrera el keniata Chesire, pero nada más entrar en la última curva, el atleta agredeño se tiró, por dentro, buscando un sitio que no existía. Chesire y Cacho se tocaron, el estadio aguantó la respiración y el soriano ganó la cuerda, en la calle 1, para desatar un esprint furioso que dejó atrás a todos sus rivales.
Los cronómetros revelaron después que Cacho había marcado 50.4 en la vuelta final. Y la última curva, el tramo entre los 200 y los 100 metros, los cubrió en 12,1 segundos.
Cacho se colgó el oro con su peor tiempo en todos los Juegos, una marca más lenta que en la clasificación y que en la semifinal, 3:40.12. Su latigazo final destrozó a los rivales y le permitió entrar en la recta final del estadio Olímpico de Montjuic con los brazos en alto festejando su triunfo en uno de los momentos más icónicos del atletismo español y dejando para la posteridad la imagen de los Juegos de Barcelona.