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Con otro sabor

Experiencias en los huertos municipales

Los huertos municipales se han convertido en toda una experiencia para sus ochenta usuarios,  entre asociaciones, jubilados y desempleados.

Regar, plantar, quitar las malas hierbas y recolectar tus propias hortalizas y verduras sin salir de Soria es una alternativa al ocio, además de una posibilidad para abaratar la cesta de la compra o para alimentarse de forma más ecológica. Los huertos municipales son además espacio de encuentro y convivencia intergeneracional así como ejemplo de educación ambiental. Tres de sus usuarios nos cuentan su experiencia.

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José Manuel Meseses y Carmen Jiménez
“Comer un tomate que has producido, es incomparable”

José Manuel Meneses, director del parque natural del Cañón del Río Lobos, conoce el medio natural pero no sabía lo que era tener tierra para cultivar, fruto de sus orígenes madrileños. Se apuntó cuando salió la oferta del Ayuntamiento y encara su segundo año. La experiencia le está resultado positiva. “Hay muy buen ambiente”, resalta refiriéndose a los compañeros con los que comparte huerto y tiempo.
Este año ha dedicado muchas horas para construirse un invernadero, con el que gana un par de meses de producción hortícola. Antes ha instalado el riego por goteo. “Lo bueno es el sabor que tiene; no tiene nada que ver con lo que compras”, apunta Carmen. Se nota en la despensa, más que en cantidad, en calidad. “Sabes que lo que comes es sano”, resalta. “Comer un tomate que has producido tú y que tiene sabor, es incomparable”, resume.

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Javier San Millán
“En el huerto sólo utilizamos agua”

Javier San Millán, jubilado y vecino de la carretera de Logroño, no había tenido nunca contacto con un huerto, aunque siempre le había gustado mucho. “De siempre me ha gustado la historia ésta y cuando empezó el Ayuntamiento, dio la casualidad que este huerto lo dejaron y me lo adjudicaron”, señala.
El huerto le proporciona la posibilidad de pasar un rato agradable y tomar el aire. “Además de recompensa con algunas cosillas, dice en alusión a las judías que recoge con sus propias manos y que saben, en el plato, de forma diferente. “Esas que compramos en el mercado no tienen nada que ver. Aquí solo las echamos agua”, resalta.
Son, apunta, muchas horas y mucho entretenimiento. Todas las tardes las pasa en el huerto. Ahora que empieza a anochecer antes, se le hacen cortas muchas tardes.  “No nos mete nadie prisa”, apunta.  Encara su segunda “cosecha”, más tardía por el calor que ha hecho en verano.

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Julián Aguado
“No tiene comparación con lo que se compra”

Jubilado y vecino de la barriada de Yagüe, Julián Aguado no se lo pensó cuando se enteró que podía llevar un huerto.  Ya sabía lo que era sacar provecho de la tierra en su pueblo natal Aguaviva de la Vega.
Julián señala que hay que estar atento al huerto. “Hay que echar muchas horas”, reconoce. Trae basura de su pueblo para acondicionar un huerto, que produce mucha variedad, desde repollo y calabazas, hasta pepinos  y fresas, pasando por tomates, zanahorias, judías y espinacas. El tiempo es lo que condiciona la producción y para ello se ha construido un pequeño invernadero.  Lo que uno produce, tiene otro sabor en el plato. “No tiene comparación con lo que se compra”, resalta.  Dice que no se aburre y que está en el huerto más a gusto que en ninguna parte. No cree que el huerto suponga un gran ahorro para el hogar, porque hay pagar la cuota mensual -seis euros- y ...el tiempo que hay que dedicar, desde que en marzo empieza a preparar el terreno. En octubre termina una dedicación que lleva el tiempo de ocio.

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