La puerta de San Miguel. Es la única que ha llegado a nuestros días del recinto murado que tuvo la villa episcopal y que mandó construir el obispo guerrero Pedro de Montoya en 1458. Pero también es un entrada recomendable para acceder al barrio de la catedral, con sus porticadas casas que pertenecieron a los canónigos.
Fotos: DLEIVA
La torre barroca de la catedral domina el casco urbano de El Burgo de Osma y la vega del Ucero pero a sus pies hay un entramado medieval, con la irregular y encantadora plazuela de San Pedro de Osma, que invita a una visita reposada. Es, sin duda, un espacio con personalidad propia, resaltado por el silencio y la luz artificial de sus farolas, en las fachadas y soportales que miran la catedral. El monumento de la Diócesis y El Burgo de Osma a sus obispos preside este entorno de traza amorfa pero evocadora. No en vano, la catedral, mandada construir por San Pedro de Osma hace diez siglos, es la razón de ser de esta plazuela con rincones de interés extraordinario. Las porticadas casas del frente sur de la catedral pertenecieron a los canónigos al estructurarse esta barriada hacia 1550. Las viviendas más próximas a la puerta de San Miguel se incendiaron y se reconstruyeron en 1650.
