La superioridad en la medular resultó clave para que los adnamantinos se impusieran en cada acción. El Zamora iba de más a menos, pero pese a ello, gozó de dos ocasiones muy claras. Primero un mano a mano de Caramelo ante el guardameta y después un remate de Sancha en boca de gol. La primera acción la frenó el arquero, mientras que la segunda era un defensa quien sacaba la pelota sobre la línea. 

El Almazán también tuvo las suyas. Roberto y Jesu se presentaron solos ante Miguel en dos acciones, pero el capitán del Zamora se desquitó de las críticas recibidas en el último encuentro y venció en los dos duelos individuales.

No pudo hacer lo mismo  en el tercer mano a mano. Una acción generada por Pistu, que regaló la pelota a Roberto, permitió al delantero visitante plantarse solo ante el meta local. Esta vez, Roberto no fallaba y ponía el 0-1 en el marcador. 

Con ese resultado se llegaba al descanso. La afición se mostraba apática ante un plantel rojiblanco que fue desapareciendo sobre el césped y que demostraba acción tras acción, que el problema del gol sigue existiendo. Una evidencia que se pronunció en los primeros minutos de la segunda parte. Salida en tromba del Zamora con un amplio puñado de llegadas, pero otra vez negado de cara a gol. Ni Revi, ni Iñaki, ni Sopale culminaron en gol buenas llegadas. 

En cambio, el Almazán aprovechó uno de los dos contragolpes que tuvo. El primero lo frenó Miguel en una parada ejemplar, pero la segunda contra terminó en gol de Diego. El Zamora perseguía sombras en una acción en la que los rojiblancos llegaron tarde a cada pase. A partir de ese gol, y aunque el Zamora no desistió, los roles se acentuaron. Los rojiblancos incapaces de marcar, cometiendo errores en defensa y persiguiendo sombras en la medular. El Almazán jugaba más rápido, con más criterio, con más combinaciones en la medular y a su antojo.

En el tramo final llegaba la tercera diana en una acción que ilustraba el choque. Saque rápido en una falta de los visitantes, y el Almazán lo aprovechaba para dejar solo a Diego ante Miguel. Su disparo, tras pegar en el palo, se colaba y hacía que varios de los dos mil aficionados que se acercaron al Ruta de la Plata se marchasen apesadumbrados con un equipo que semana tras semana es imprevisible.